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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el siglo VII en China la Dinastía Tang está en declive. La Corte imperial protege con guarniciones las fronteras. Dos siglos después, las militarizadas provincias dudan de su lealtad a la Corte y varias tratan de huir del control del Emperador y la de Weibo se convierte en la más fuerte.
A la princesa Jiancheng cuando la obligaron a casarse con el señor de Weibo, su hermano el Emperador le dio un jade como regalo de despedida y ruptura definitiva y le ordenó dejar su Corte para evitar que Weibo invadiera las tierras.
Cuando su hijo Tian Ji'an se hizo mayor, ella dividió dos jades uno para él y otro para Nie Yinniang para que mantuvieran la unidad imperial y la paz entre la Corte y Weibo.
La madre adoptó a Tian de una concubina para que heredara Weibo y traicionó a Yinniang cuando aún era una niña de diez años poniéndola a cargo de una monja que le enseñó las artes marciales convirtiéndola en una justiciera para eliminar a los tiranos. A
Años después regresa a casa con la misión de eliminar a Tian, gobernador de Weibo, por encargo de su maestra. Pero los recuerdos y los sentimientos le impedirán cumplir su propósito.
El extendernos un poco más en su argumento es para contribuir a un mejor entendimiento de esta historia.
Es una hermosa película wuxia en busca de la belleza, el color en la ambientación y la exuberante naturaleza que están por encima de la trama de intrigas, conspiraciones, muertes y traiciones, en la línea del cine histórico de su país, realizado con parsimonia, deteniéndose en los detalles, sin olvidar la progresión narrativa, llevada a cabo con bastante imaginación, que le da un aire realmente espectacular.
En ella se pueden detectar dos temas, la cuestión política que resulta un poco confusa por desconocer la historia de los clanes en lucha del país y el drama familiar.
Dejando al margen lo primero, que resulta poco clarificador, es un film para contemplar, con sus espléndidos paisajes, el color, la belleza de la fotografía, el vestuario, los decorados que son realzados con majestuosos movimientos de cámara apenas perceptibles para recrearse en las imágenes y las costumbres ancestrales chinas, todo ello en busca de la perfección del orfebre aunque no acaba de montar bien las piezas.
Y frente a la apacible tranquilidad de la vida en la Corte están las pocas escenas de acción violenta.
La luminosidad de la fotografía, el esplendor de la naturaleza y los edificios es admirable, en un ambiente que en ocasiones se nos hace algo claustrofóbico ya que en buena parte la elemental trama, basada en el relato corto de Xin Pei, se desarrolla en interiores, saliendo al exterior en el último tercio.
Hay veces que los planos se detienen como si el tiempo se parara, estando espectacularmente filmada convirtiéndose en una obra preciosista, bellísima, brillante, como una extraordinaria colección de postales en que se convierten sus imágenes.
El director es el taiwanés de 'El maestro de marionetas' (1993) Hou Hsiao-Hsien, un veterano de 69 años, experto en el subgénero wuxia o de artes marciales, es todo un símbolo de la Nueva Ola del cine de su país y muy valorado por la crítica internacional, que hace la cinta que quería al más mínimo detalle para lo que se tomó su tiempo y logra así un prodigio de perfección técnica.
No cabe duda que es una película minoritaria para paladares exquisitos.
Obtuvo el premio al mejor director y mejor sonido en el Festival de cine de Cannes y cinco premios en el Festival Golden Horse.
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