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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es una historia que habla de la supervivencia, de la lucha diaria entre dos personajes totalmente opuestos, Teo y Silverio, que han sido destinados a un perdido y minúsculo fortín de vigilancia durante la Guerra Civil Española, en la Sierra de Guadarrama, dentro de un ambiente de miseria y frío donde únicamente es posible poco menos que el calor humano, en principio entre los dos hombres, el primero culto y educado, el otro tosco y de ideología muy distinta.
A lo largo de la historia se muestran la relaciones entre los dos soldados destinados allí para cumplir con su obligación de vigilar, que se ven obligados a convivir en la helada montaña, donde cada uno está allí por motivos muy diversos y tienen culturas y caracteres muy diferentes.
Desde el primer minuto la actitud opuesta de los dos hombres ocasiona las primeras fricciones aumentadas, por lo reducido del espacio, que origina sarcasmos, desafíos y provocaciones que hacen saltar el genio de cada uno.
En un momento determinado aparece Zoska, una joven polaca herida cerca del río, que encuentra Silverio y aunque milita en el bando contrario y lucha por motivos ideológicos, es recogida por un sentido humanitario y curada de forma clandestina ocultándola cuando van a llevarles los víveres de suministro cada semana.
Esta es una historia universal que podía darse en cualquier conflicto bélico similar al de nuestra guerra en una situación parecida.
A lo largo del guion, que define muy bien a los escasos personajes y su evolución, se tocan temas como la soledad, el egoísmo, el miedo, la crueldad, el desarraigo, el frío, la amistad, la secreta intención de tener una compañía femenina pensando en el sexo, ya que tratándose de una enemiga podían forzarla a tener esa relación.
El bunker es como un protagonista más, dadas las precarias condiciones de habitabilidad que ofrece donde se desarrolla gran parte de la acción que contempla cómo se puede dar lugar a acercamientos que desembocan en grandes y fieles uniones.
Se trata de la ópera prima como director de Arturo Ruiz Serrano, cortometrajista con abundantes premios en festivales, guionista de La carga, que fue rodada durante tres semanas a lo largo de un año aprovechando las condiciones climáticas que se dan en la acción, a lo que ayuda muy bien la estupenda fotografía de Nicolás Pinzón.
A pesar de la situación casi única de todo el relato y la escasez de personaje, el film no se hace monótono en ningún momento, manteniendo el interés a lo largo de la escasa hora y media de duración del mismo, más por los personajes que por la guerra, que queda muy al fondo, sobre todo la evolución del joven Teo, muy católico, que se refugia en la fe.
Cinta independiente que posee un buen trabajo del escaso reparto de actores, tanto como su presupuesto, que no ha contado con ayudas públicas de ningún tipo.
Premio del jurado al mejor guion en el Festival de Austin. Premio a la mejor película en Toulouse.
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