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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta es la historia de Macbeth, sobrino del rey Duncan, que se desarrolla en Escocia durante el siglo XI, que un día recibe una profecía de un trío de brujas en la que le comunican que poseerá el trono de Escocia, sin que ningún nacido de mujer pueda acabar con su vida y se convertirá en el rey de Escocia.
Poseído por la ambición y presionado por su mujer, Macbeth asesina a su tío el rey, se apodera del trono y culpa del crimen a los hijos de éste, que se ven obligados a huir al vecino reino de Inglaterra.
Orson Welles aborda a William Shakespeare en cine: es decir, vuelve a sus orígenes, en la que expresa su potencia creadora en sus más libres y última esencias.
Rodada en tan sólo 21 días y con un escaso presupuesto, Orson Welles se lanza con este 'Macbeth' (1948) a llevar al cine al William Shakespeare de corte medieval como un mar embravecido y sin fondo.
Como todo gran genio, William Shakespeare es una encrucijada, de mil facetas capaces de todos los destellos, pero fundamentalmente tiene dos cara: la que observa el pasado, de una Edad Media apenas extinguida con reminiscencias de remotos arcaísmos, y la que mira al futuro, desde su época.
Encuentra que el drama no es sólo la palabra, sino también la acción, los decorados y los recursos escénicos capaces de crear realmente un universo completo.
Y esto es lo que hace, que es verdaderamente llevar a William Shakespeare al cine.
Salta sobre todas las normas, que tantas veces son convencionalismos, y busca, ante todo, crear un ambiente y unos personajes, tanto los que son del dramaturgo inglés como los suyos propios.
El comienzo de 'Macbeth' (1948) crea el clima de un sólo golpe: la barbarie alucinante, tremebunda, clamante de misterios y de poderes indomeñables.
La aparición de las brujas vale por todos los fantasmas shakesperianos.
Y el ambiente es sencillamente ese castillo que es una montaña, refugio no ya de hombres medievales, sino de seres cavernarios, cuya ciega voluntad de poder brota de la tierra, como una loca fuerza cósmica.
Muy pocas veces se le ha dado a William Shakespeare toda su grandeza, como en esta versión de Orson Welles.
Aquí no son las ciudades, bellas y teatrales de Laurence Olivier, apegadas a lo tradicional, sino en las mejores como en 'Trono de sangre' (1957), de Akira Kurosawa, o el Hamlet, de Grigori Kozintsev, cada una en un sentido diferente.
El Macbeth es también la prueba de fuerza de Orson Welles como realizador y como actor, su gran triunfo ante William Shakespeare por la recreación y la oscura atmósfera que logra y por su extraordinaria actuación, respeto al texto y la ambientación, logrando disimular las limitaciones de presupuesto.
Su Macbeth deja patente el talento del director y de su equipo que crea un mundo fantasmal y bárbaro.
Se proyectó en la Mostra de cine de Venecia 1948.
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