Ian Fleming comienza su primera novela de la serie James Bond, Agente Especial.
Ian Fleming comienza su primera novela de la serie James Bond, Agente Especial. Publicada al año siguiente, alcanza un número de ventas bastante considerable, aunque en ningún caso excesivo. Animado por este primer éxito inicial, Fleming escribe nuevos libros destinados a lograr uno de los éxitos editoriales más fabulosos de todos los tiempos.
Poco después de su muerte han sido vendidos ya veinticinco millones de ejemplares, suma que representa el total de todas las ediciones de las obras de Hemingway y Balzac.
Las traducciones a dieciocho idiomas, entre los que se incluyen el catalán y el turco, se agotan rápidamente. Nuevas ediciones se suceden a ritmo vertiginoso
El bondismo se instala en todos los estratos sociales; en Inglaterra, al igual que en el resto de la Commonwealth, nacen clubs dedicados al culto de James Bond. Cualquier error técnico de Fleming es rápidamente descubierto por sus admiradores (los frenos del Orient Express son de aire comprimido y no hidráulicos como los describe en “Desde Rusia con amor”; Ven Vert es un perfume de Dior y no Balmain, etc.)
Prendas de ropa interior, vestidos, productos higiénicos… son puestos a la venta por avispados comerciantes bajo los auspicios de los únicos auténticamente usados por el agente 007; pingües beneficios enriquecen las arcas de los especuladores.
España, como siempre, permanece al margen de todo ello. Sin embargo, la oleada de Bond aumenta: se acrecientan en un cuarenta por ciento las ventas de su champán predilecto, el “Taittinger”; en un treinta y cinco por ciento las de su vodka; Allen Dulles jefe del servicio secreto americano, quiere implantar en el CIA los métodos usados por 007; el presidente Kennedy declara que “Desde Rusia con amor” se cuenta entre los primeros libros que salvaría de un eventual desastre atómico.
Ante este torrente de libras esterlinas, la viuda de Fleming, Ane Geraldine, ex lady Rothermere, declara haber encontrado cinco novelas inéditas de su marido.
Estas breves pinceladas, extraídas entre las más significativas del anecdotario bondiano, ilustran suficientemente el auge del héroe de nuestro siglo. Sin embargo, dejando la mitología a un lado, ¿Cómo son verdaderamente las obras de Fleming?.
Los precedentes de sus novelas de espionaje no están demasiado claros. Para encontrarlos debemos remontarnos a las primeras manifestaciones de la literatura policiaca, prácticamente nacida con la publicación de las “Memoires”, en 1829, del célebre comisario francés Eugéne François Vidocq. Más tarde, el gran Allan Poe tocaría el tema en sus aspectos más superficiales. Fue precisamente la aparición de un autor de la categoría de Dashiell Hammett para que la literatura negra encontrara, por fin, su piedra filosofal.
Su Sam Spade entra con todos los honores en la exigua galería de personajes del género. Su discípulo y principal seguidor, Raymond Chandler, definió en “The simple art of murder”, las características esenciales del héroe ideal de nuestro tiempo: “…debe ser un hombre de honor, pero por instinto, sin pensarlo y sin hablar nunca de ello”.
Llegamos ya al último de los grandes del género policiaco: Mickey Spillane,. Al cual Fleming debe, en “Casino Royale” la personalidad de la muchacha, Vesper Lynd, y la agobiante obsesión de Bond por su japonés descifrador de mensajes que bond asesinó fríamente.
Ya dentro de la misma novela anglosajona, Fleming heredó de Sax Rohmer el concepto del malo extraído de sus narraciones sobre Fu Man Chu: desde tiempo inmemorial el público inglés ha demostrado su entusiasmo por los personajes del malo absoluto, príncipe del Mal destinado a gobernar tiránicamente el mundo; Dr. No, Goldfinger, Mr. Big…, poseen claras reminiscencias de los personajes de Rohmer. Sin embargo todos ellos -Hammer, Chandler- pertenecen al género policiaco; cabe entonces preguntarse ¿por qué Fleming inauguro la novela de espionaje?. La respuesta nos vendrá dada por la circunstancia histórica del autor de “Operación trueno”.
Desde 1953 hasta 1964, fechas de la primera y última de sus obras, la situación mundial experimenta un conjunto de hechos que forzosamente influyeron en el éxito de Fleming: estos once años corresponden al período más opresivo de la Guerra Fría entre Oriente y Occidente, desde la paz de Corea hasta el mandato del general Eisenhower, la caza de brujas del senador Mac Carthy, creación de la CIA, liquidación total del imperio colonial inglés, guerra de Suez, etc…
Luchas, espionaje, magnitud de situaciones internacionales, erotismo, serán las bazas del éxito de 007.
Argumentalmente las obras de Fleming, son de una monotonía aplastante, construidas siempre sobre una determinada cantidad de oposiciones fijas, que permiten un número ilimitado de pequeñas permutaciones, únicos alicientes de las novelas.
Umberto Eco señala acertadamente la línea argumental invariable de todas ellas: “Bond es enviado a un determinado lugar con el fin de desbaratar un plan fantacientífico de un individuo monstruoso de orígenes inciertos – nunca inglés – que, valiéndose de una actividad propia organizadora o productiva, no sólo gana dinero sino que hace el juego a Occidente. Al enfrentarse con este ser monstruoso Bond encuentra a una mujer que es dominada por él y la libera de su pasado instaurando con ella una relación erótica, interrumpida por la captura por parte del malo y por la tortura. Pero Bond derrota al malo, que muere horriblemente, y descansa de las graves fatigas en los brazos de la mujer, si bien está destinado a perderla…”
Cita quizá excesivamente extensa pero en la cual se encuentran resumidas todas las características literarias que a continuación estudiaremos.
El estilo de Fleming es totalmente irregular. Momentos aparentemente sin trascendencia ocupan una extensión velada para otros mucho más importantes en el desarrollo de la acción: la tercera parte de “Desde Rusia con amor” está destinada a una minuciosa descripción del plan para asesinar a Bond a través de Tatiana Romanova, cinco capítulos de “Casino Royale” van destinados al juego de baccará entre Bond y su enemigo Le Chiffre, la cuarta parte de “Operación trueno” explica con todo detalle la cura de salud de Bond en un hospital de vegetarianos… Por otro lado las situaciones tan decisivas como el asalto a Fort Knox, en “Goldfinger” apenas si ocupan tres o cuatro páginas. Pero es precisamente en estas largas disquisiciones, sin sentido aparente, cuando el estilo de Fleming alcanza algunos instantes algo más que mediocres, cuando el autor parece sentir brevemente un gusto por el vocablo exacto, por la frase bien construida.
“Siempre había sido jugador. Le atraía el roce suave de las cartas, el drama constante y sin énfasis, de aquellas figuras inmóviles alrededor de las mesas verdes. Le gustaba le confort sólido y estudiado de las salas de juego y los casinos, las cómodas butacas, el vaso de whisky o la copa de champán cerca suyo, la calurosa atención de los camareros…
Exceptuados estos escasos fogonazos, la narrativa de Fleming es tremendamente impersonal, desganada. Parece como si aquello que describe le importase poco. Igualmente mezcla bruscamente los más variados estilos, desde el ochocentista de los encuentros de golf, al sorprendente inicio de “Desde Rusia con amor” – sin duda alguna la mejor de sus novelas – perfectamente encuadrable dentro del tono objetivo del “Nouveau roman”.
Aunque en las versiones fílmicas se nos haya escamoteado generalmente este aspecto, Bond no es más que un funcionario de la Corona. Un funcionario que, exceptuando un par de aventuras al año. Debe cumplir un rígido horario de oficina, llenar formularios, informes, etc…
Como otros miles de empleados 007 pasa aburridamente su tiempo, incluidos los ratos libres, perdidos, charlando, jugando a las cartas con algunos amigos, haciendo desganadamente el amor a alguna de sus tres amantes casadas que frecuenta.
En realidad, espera con verdadera fruición, que su jefe M se digne a conferirle algún caso importante.
En cuanto el agente secreto se halla metido hasta la médula en un asunto excepcional, cuando Fleming puede dar rienda suelta a las más perniciosas características de su idiosincrasia anglosajona.
La figura de Bond ha sido certeramente definida con el apodo de “dandy epicúreo”. En efecto, su creador se ha esmerado en conferirle todas las maneras y usos del inglés bien nacido: fuma unos setenta cigarrillos al día, fortísimos, preparados especialmente por la casa Marland bajo una receta turco-griega, bebe cosas extraordinarias (Don Perignon del cuarenta y seis, vodka con agua tónica y limón, etc…), aunque sin el arrojo del bebedor refinado; sus manjares predilectos son también exquisitos, especialmente su desayuno preferido (un vaso con jugo de naranja, tres huevos batidos y fritos con bacón, tostadas, mermelada de naranja, leche y dos tazas de café express).
Físicamente, Bond ha sido dotado de una extraordinaria resistencia física. El solo es capaz de resistir las más horribles pruebas; en “Vive y deja morir” consigue evadirse del mortal abrazo de un pulpo gigantesco, una barracuda le arranca parte de la espalda, después de lo cual es capaz de finalizar victoriosamente su misión, en “Operación trueno” escapa milagrosamente a una máquina muscular. Sin embargo su equilibrio nervioso es más frágil, debiendo recurrir en numerosas ocasiones a los efectos estimulantes.
En la galería de figuras femeninas radica una de las bazas fundamentales del éxito de Fleming. Ante todo conviene señalar que, al contrario de las películas, en las que su función es meramente decorativa, en las novelas la mujer toma activamente parte en el desarrollo de los acontecimientos.
Textos escritos por RAMÓN FORT, SEGISMUNDO MOLIST en 1966.