A pesar de contar con una notable producción cinematográfica, tanto en cantidad como -según creo- en calidad.
A pesar de contar con una notable producción cinematográfica, tanto en cantidad como -según creo- en calidad, Don Weis ha permanecido hasta el momento completamente desconocido para el público español.
Se trata de un joven director norteamericano formado en la Warner -donde ha pasado por casi todos los puestos, destacando el de script-clerk de Losey en “El merodeador”- que viene haciendo cine desde 1950, alternando con algo de televisión, donde en los años 58 y 59 obtuvo el título de “mejor realizador”.
De todas sus películas es, sin duda, “Amazonas negras” (1954) la que más fama le ha dado y la causante de que cierto sector de la crítica europea se fijara en él cuando su estreno, ocupándose a partir de entonces del resto de su obra, que a juzgar por dicho film debe ser bastante interesante.
De acuerdo con la moderna teoría económica quien teniendo a su disposición una determinada cantidad de medios, insuficientes para alcanzar todos los objetivos que se proponga y quiera utilizarlos de la mejor manera posible, desde el punto de vista económico, puede hacer una triple selección: a) escoger entre las múltiples necesidades o fines los que considere importantes; b) escoger entre los varios usos a los cuales puede designarse un objeto, los que resulten más útiles; c) elegir entre las maneras de alcanzar un fin determinado las que crea más convenientes. Según esto, se puede decir que Weis en “Amazonas negras”, ha actuado “económicamente” seleccionando con todo rigor de los posibles caminos de acercamiento al film el más directo, a fin de obtener el resultado óptimo.
Si “Amazonas negras” llega a ser verdaderamente un testimonio y un documental sobre una forma de vivir en un pueblo es porque Weis ha entrado en la realidad de Persia y en el film de una manera completamente natural, sin ninguna consideración arqueológica, y esta actitud ha supuesto una liberación absoluta y total de la cámara, que logra que el espectador vaya sencillamente aceptando lo que ve. De este modo la Persia de Weis está bastante alejada de la Persia real de cualquier época como del Oriente exótico y misterioso de “las mil y una noches”; constituye de por si un universo particular con espíritu propio en el que unas personas determinadas viven en perenne evolución bajo la activa presencia de unas costumbres heredadas junto a una civilización peculiar y que se patentizan en todo momento. Es decir, de formas físicas, completamente autónomo, que no tiene nada que ver con ninguna consideración histórica y que única y exclusivamente puede ser habitado por los personajes de la película y no por cualquier otro.
Ello es posible gracias a la utilización de los más variados recursos a su alcance; desde los procedimientos usuales en las “películas de romanos”, desarrollados de una forma inteligente, hasta otros que suponen un total replanteamiento del cine en general, tendiendo a unos fines determinados.
Los procedimientos derivados de un completo replanteamiento del cine en busca de una neutralidad total, de esa naturalidad de que antes hablaba, se manifiestan en el presente film por el empleo del Scope y planificación de una forma muy distinta a como se hacía entonces (no hay que olvidar que se trata de uno de los primeros scopes del cine americano), y la utilización de la música como elemento anti-arqueológico que añada precisión a cada imagen en sí misma.
Con un exacto conocimiento del valor de la planificación, sin caer en los dos grandes peligros que ella puede acarrear: el gran primer plano que fragmenta la historia y nos muestra un detalle aparentemente interesante, o el gran plano abstracto de conjunto buscando efectos plásticos o de composición.
Weis utiliza casi siempre el plano medio o el plano general medio, que debido a las dimensiones de la pantalla le permiten recoger de una manera natural, sin trucos ni forzamientos, la realidad y todo cuanto la rodea.
Es decir, Weis, al enfrentarse con “Amazonas negras”, ha tenido en cuenta todas las experiencias que ha recibido a lo largo de su aprendizaje, y de la maduración de éstas en su mente ha nacido toda una forma de enfocarla. Ahora bien, el proceso no ha terminado ahí, ha tenido la modestia propia de un principiante de preguntarse seriamente qué es la planificación y, sobre todo, el valor de contestársela con lucidez. De esta manera ha llegado y nosotros con él, al conocimiento de que:
1) La planificación tiene por objeto la organización de cada secuencia, su división en planos, la elección de los encuadres y distancias y la utilización de los movimientos.
2) Permite conocer la realidad intensa y ampliamente o la coarta.
3) Frecuentemente fuerza que lo fotografiado tiene por sí mismo llegar a imponerse de tal manera que puede ser causa de que una planificación inmoral apenas estorbe en el conocimiento, a que antes aludía, de la realidad, lo que parece inducir a no considerar aquella aisladamente.
4) Existe una cierta tendencia a una planificación moral que imite los efectos del noticiario y que trae consigo una nueva concepción y utilización de los elementos de aquella. Es decir, un intento de hacer parecer todo espontáneo, sin preparación, y subordinar a él todo: actores, movimientos de cámara, etc…
Llegados a este punto, el resto ha sido fácil: Weis sabe que “Amazonas negras” no es un noticiario, y, por tanto, elimina de ella el efecto de plano de conjunto que se da tanto en planos generales como en medios y primeros planos, aquí es donde hay que buscar el origen de la película y principio ordenador que ha presidido toda su elaboración.
Para él todo está preparado, y es esa misma preparación la que va a producir el movimiento de la historia, por tanto, la tiene en cuenta siempre y actúa en consecuencia, no intenta sorprender nunca, sino que, como Lang, espera pacientemente el lógico discurrir de los acontecimientos para recogerlos en toda su plenitud y atendiendo a esto hace la elección de cada plano.
De ahí, de esa observación objetiva, de cuanto ocurre a su alrededor nace esa neutralidad espacial, en cierto sentido distanciadora.
Texto escrito por J.M. PALÁ en 1964