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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine de la directora madrileña Iciar Bollaín siempre nos ha interesado por las historias que cuenta ocupadas en lo que ocurre a su alrededor y por la buena forma de ponerlas en imágenes.
Entre sus títulos se encuentra 'Te doy mis ojos' (2003), la mejor producción sobre la violencia de género y el maltrato a la mujer, que se ha hecho nunca en el cine, por poner un ejemplo, por el que ganó siete Goyas entre ello el de mejor dirección.
Alma es una chica de 20 años que quiere enormemente a su abuelo Ramón, quien lleva tiempo sin hablar. Cuando el anciano se niega también a comer, ella cree que la forma de hacer que vuelva a la normalidad es recuperar el olivo familiar milenario que vendieron sus hijos hace doce años contra su voluntad, para poner un restaurante en la playa que acabó en la ruina debido a la crisis, y que ignoran dónde se encuentra el árbol.
Para tal empresa Alma embarca a su tío El Alcachofa, un hombre arruinado por la crisis económica, a su amigo Rafa, a sus amigas Wiki y Adelle y a alguno más del pueblo, aunque sea en contra de su voluntad. Ahora hay que encontrar en qué lugar de Europa está el olivo plantado y devolverlo a su lugar.
Una película en la que se reflexiona sobre los excesos anteriores a la crisis a partir de esta historia, un cuento idealista, ecologista, ingenuo, pero estupendo, situado en un pueblo de Castellón que tiene un poco de todo, que logra emocionar y aunque es un drama también hace reír.
Es la lucha de esta chica contra una gran corporación en la que igualmente se incluye el tema de la corrupción política, el de los hijos que vuelven a la casa familiar debido a la crisis y las nuevas tecnologías que también cuentan en esta tierna y cercana historia que logra cautivar al espectador.
En todos los films del escocés Paul Laverty hay siempre algo social, en este caso un personaje que vive en una comunidad en contacto con todo lo que tiene alrededor.
El guion tiene un hálito de esperanza, ya que Alma piensa que la gente siempre ayuda, que no estamos solos, que todo no se puede cambiar pero algo sí, aunque ella no es ecologista, ni activista, pero piensa que todos poder hacer que esto sea mejor.
Es una cinta sencilla pero tiene muchas cosas dentro, es un círculo, siempre se regresa a donde cada uno tiene su raíz, su familia, los amigos, que cuenta muchas cosas en torno a un olivo.
Cine solidario, que es una de las mejores películas de Icíar Bollaín en la que Alma embarca en la aventura a su tío con un Javier espléndido y a Rafa en una road movie hacia Alemania en busca del olivo, en una historia bellísima, algo ingenua, con momentos notables aunque imposible que, cinematográficamente, es una maravilla.
El habitual guionista de Ken Loach, actual pareja de Icíar Bollaín, ha hallado a la directora donde encajar sus interesantes guiones con sus comprometidos mensajes sociales convertidos en fábulas morales que funcionan perfectamente.
Aquí todo encaja como en un mosaico en el que hay signos y simbologías encubiertas que tienen su significado, por ejemplo las raíces en el olivo, la riqueza en la Estatua de la Libertad o el anagrama de la empresa como el símbolo del poder y sobre todo ello el amor de la nieta al abuelo, la discordancia para con sus mayores, el amor no manifestado al amigo enamorado de ella secretamente y las redes sociales que ayudan a crear esta gran mentira, en la que también caben algunas risas y el suspense durante el camino.
Extraordinaria la actuación de la novata Anna Castillo que se comporta como una veterana frente al saber de un ajustado Javier Gutiérrez y Manuel Cucala, un actor no profesional, que hace el papel del abuelo estupendamente.
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