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CRITICA
Por: PACO CASADO
Por lo que llevamos visto parece que el melodrama está volviendo a ponerse moda. Los varios títulos que han coincidido en los últimos meses es lo que nos ha llevado a hacer esta reflexión.
En esta ocasión es una historia de amor e intolerancia en la Inglaterra del pasado siglo que se basa en un relato corto de Joseph Conrad, Amy Foster, que corresponde al nombre de la protagonista, una joven criada que recoge cuanto el mar le envía incluido un hombre ucraniano único superviviente de un naufragio con el que la barrera idiomática le separa pero que ella atiende y cuida terminando por enamorarse de él, lo que no acaba de ser bien visto en la pequeña comunidad en la que vive.
La británica Beeban Kidron, acostumbrada a ofrecernos retratos sentimentales femeninos, se ha debido sentir cómoda al mostrarnos esta historia de amor ambientada en el pasado siglo en la que como siempre suele ocurrir en el melodrama la protagonista es una mujer y un pasado, en la que se produce una catarsis de sentimientos y siempre la moral puritana de la época que entorpece a veces, aquí aumentado por la incomunicación ya que es un extranjero el que llega a una tierra extraña cuya lengua no conoce.
El relato no es original, resulta esquemático y convencional, pero contiene todos los elementos necesarios y Beeban Kidron, que lleva a cabo una realización académica y correcta, lo ha enmarcado en el paisaje adecuado, que en este caso acaba por convertirse en el referente de la acción y en la crisis que se origina en el hogar de los personajes.
La época victoriana, con sus convencionalismos, domina la pantalla en todo momento.
Rachel Weisz es quien carga con el mayor peso de la interpretación, compartido con Vincent Pérez y respaldado por la veteranía de Ian McKellen, Joss Ackland y Kathy Bates, cumpliendo todos ajustadamente, sin olvidar la estupenda partitura de John Barry .
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