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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los años 50 y principios de los 60 fueron la edad de oro del cine espectacular con temas históricos, medievales, o bíblicos. En ese primer aspecto se puede encuadrar '55 días en Pekín' (1963) que cuenta la historia del mayor de la marina norteamericana Matt Lewis que dirige un destacamento de marines de los Estados Unidos al que asignan una peligrosa misión.
Ayudado por el cónsul británico Sir Arthur Robertson debe defender a los diplomáticos internacionales residentes en Pekín durante la denominada rebelión de los bóxers chinos, en 1900, fomentada por la emperatriz Tsu Hai, para lo que diseñan una estrategia para mantener a raya a los rebeldes hasta que llegue una fuerza de ayuda militar internacional resistiendo casi dos meses durante el verano de ese año.
Se trata de la adaptación de la novela homónima de S. Edwards que supuso la última película del director Nicholas Ray dentro del seno de la industria cinematográfica norteamericana que ni siquiera llegó a terminarla, ya que fue sustituido durante el rodaje por Andrew Marton a causa de sus desavenencias y problemas personales con el productor Samuel Bronston.
Los films espectaculares siempre engendran una lucha entre el productor, que quiere comercialidad, y el director, que desea poner calidad artística en su trabajo.
Casi siempre suele ganar el primero, pero si el segundo es inteligente puede hacer un producto más que digno.
Aquí se enfrentan dos colosos, Samuel Bronston con su imperio y el prestigiado Nicholas Ray, aunque éste estaba mermado por su enfermedad que le impidió terminar el rodaje, en el que se ve constantemente esa lucha antes mencionada.
Por una parte tiene escenas intimistas bien dirigidas, con la sabiduría de manejo de los actores de un Ray maduro, y por otro el coloso de decorados grandiosos y aventuras para el lucimiento del gran presupuesto invertido en su producción.
El paso del tiempo le ha dado la razón al artista.
Son las escenas íntimas las que mejor se conservan, ya que las espectaculares han sido en cierto modo superadas por los avances técnicos, efectos especiales, etc.
Ha cobrado valor el trabajo de Ava Gardner como una baronesa rusa o la sensibilidad de un actor como David Niven dando vida al embajador inglés. Rodada íntegramente en España fue nominada a dos Oscar: mejor banda sonora y mejor canción, ambas del conocido compositor Dimitri Tiomkin.
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