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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta película de Blake Edwards recuerda mucho al cine de Jacques Tati, hecho a base de situaciones muy estudiadas que provocan la comicidad, con una crítica implícita a las costumbres absurdas de la vida moderna que es el motor inspirador de la idea de este film, que lleva hasta sus últimas consecuencias con el único propósito de hacer reír, y que aquí pone en solfa los monstruosos guateques que se montan en Hollywood a la más mínima ocasión.
Su humor consiste en gran parte en esas ocasiones ridículas en que se encuentran los personajes más serios y etiquetados, ridiculizados por el momento y lugar en que se hallan.
El propósito de Edwards era grande y difícil de realizar.
Cuesta mucho trabajo mantener una situación, con un único personaje alrededor del cual giran todos los demás.
Por otra parte se apoya en los viejos y renovados trucos que han sido tradicionales en el cine cómico desde los tiempos del mudo, que provocan una comicidad que nunca falla, como la tarta en la cara, un zapato en una bandeja, chapuzones de los personajes y otros de cortes más o menos similares.
El resultado es notable con escenas de gran eficacia cómica y una dirección muy acertada en todo momento.
Henry Mancini, una vez más, le pone la música y mención especial para Peter Sellers que se convierte en el centro y eje total del film.
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