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CRITICA
Por: PACO CASADO
La novela de Robert Traver (seudónimo) es en realidad el documento literario de un fiscal del supremo de EE.UU..
Otto Preminger se entregó a la dirección de esta cinta con gallardía y profundidad admirables, de ahí que el éxito de la película fuera refrendado por una calidad estética y dramática como pocas veces se ha dado en el cine de tribunales.
Se une a ésto que James Stewart ganó el premio de interpretación en el Festival de Venecia 1960 y el gran trabajo de Lee Remick y Ben Gazzara y se comprenderá que estemos ante un clásico del género.
Preminger nos trae de nuevo un film negro, como ya lo hiciera con Laura, pero en este caso no falto de humor y con un tema ciertamente original.
El meollo está compuesto casi en su totalidad por el juicio de un militar acusado de asesinato, defendido por un abogado que había sido fiscal, al que le hace falta dinero.
Preminger narra con su habitual concisión, y el erotismo latente de sus viejas obras resucita aquí aunque sea bajo un prisma con intenciones de crítica social evidentes.
Todo un ejercicio de estilo.
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