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CRITICA
Por: PACO CASADO
La colaboración entre Argentina y España en materia de producción cinematográfica es bastante frecuente y una vez más se demuestra con este nuevo largometraje de Santiago Mitre, del que conocemos 'El estudiante' (2011) y más recientemente 'Paulina' (2015), como es 'La cordillera' (2017), un thriller con tintes psicológicos, en el que en esta ocasión se ha contado también con la ayuda de Francia.
Tras pasar por la sección Una cierta mirada del Festival de cine de Cannes, los de Toronto y San Sebastián llega a las carteleras españolas.
El presidente de Argentina, Hernán Blanco, tras seis meses en el poder, tiene que enfrentarse a una Cumbre de mandatarios, que se celebra en la cordillera chilena de los Andes, para crear una organización de países sudamericanos productores de petróleo a la que acude en compañía de Marina, su hija, que atraviesa una crisis en su matrimonio, que está separada del marido quien amenaza al gobierno sobre la corrupción y un escándalo familiar.
En esa situación deberá enfrentarse a sus propios problemas y tomar decisiones que podrían cambiar el curso de su vida en el ámbito personal, familiar y profesional más importante de su carrera, que se mantiene en la incertidumbre y la ambigüedad.
Habla de la corrupción política y cómo se acaba por buscar el beneficio propio más que el de sus gobernados.
En este sentido hace una crítica a la mala utilización del poder de los grandes políticos que tienen negocios corruptos.
Hay una trama secundaria que trata de la hipnosis a que es sometida Marina, que puede parecer gratuita, pero que apunta algunos hechos que introducen la duda y el suspense en el espectador acerca de quién dice la verdad.
Por momentos el argumento se olvida de la reunión política y se centra en la relación padre e hija, ya que el presidente tiene que resolver también la importante problemática familiar.
De esta forma se llevan en paralelo las dos historias en la que la de la cumbre política tal vez nos interesa menos que la familiar por lo que tiene de posibles descubrimientos de cosas ocultas de los personajes.
El guion, escrito con el habitual Mariano Llinás, como en sus dos anteriores títulos, deja algunas cosas por aclarar, como la relación padre-hija, cerrando la historia de manera abrupta y repentina, que decepciona en cierta manera, en lo que se refiere a las relaciones padre e hija, y en el personaje del presidente hay momentos oscuros sobre su pasado, un hombre que ha llegado al poder de la nada y del que poco o nada se conoce, que no acaba de saberse.
Puede resultar un tanto claustrofóbico al desarrollarse prácticamente toda la historia en el hotel donde se celebra la Cumbre, aislada del mundo en la cordillera chilena, con apenas unas breves salidas al exterior en momentos puntuales.
El director bonaerense Santiago Mitre, cuya problemática sigue siendo la política, en su tercera película en solitario, va ganando en calidad de su realización al tener un mayor presupuesto, como es éste el caso, con el que hace un cine muy clásico, limpio de imagen, sereno en la puesta en escena, con el ritmo preciso que el tema requiere con un equipo técnico de altura y un reparto más internacional en el que Ricardo Darín, que tiene el protagonismo, interpreta de forma brillante, fascinante e increíble, como es habitual en él, ese personaje que, entre lo que muestra y lo que oculta, lo hace cada vez más interesante e intrigante.
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