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CRITICA
Por: PACO CASADO
Paulina es una joven abogada de 28 años que regresa a su ciudad, decide dejar a un lado su brillante carrera para dedicarse a trabajar en labores sociales prestando sus servicios en una escuela marginal, en una zona situada entre Argentina, Paraguay y Brasil, como una forma de redención de su mala conciencia de clases.
Trabaja en un programa de defensa de los derechos humanos en zonas humildes de la periferia de la ciudad. Tras la segunda semana de trabajo, es interceptada y atacada por un grupo de alumnos que la violan.
Es el remake del clásico argentino del mismo nombre, 'La patota' (1961) que dirigió Daniel Tinayre, con Mirtha Legrand como protagonista y Walter Vidarte, que en España se tituló 'Ultraje', segunda de las películas realizadas por el argentino Santiago Mitre, que debutó con la polémica 'El estudiante' (2011).
Es un thriller social sobre personas implicadas en un acto violento, tanto víctimas como autores, y examina la forma en que esa violencia provoca diferentes ideas acerca de la justicia.
La forma narrativa elegida por el director y guionista le quita tensión a lo que se cuenta de cara al entendimiento por parte del espectador, con esas repeticiones de las acciones desde distintos punto de vista de la cámara y con saltos atrás en el tiempo para las mismas que a veces confunde al espectador, al tiempo que le frena el ritmo a la narrativa de que haberla hecho de manera lineal, posiblemente hubiera resultado mucho mejor, ya que también le resta dramatismo al asunto.
Peca de exceso de diálogos pero creemos que son necesarios sobre todo para comprender mejor la relaciones entre padre e hija como el estupendo del plano secuencia inicial y aunque resulta demasiado explicativo lo que ya de por sí el espectador es capaz de comprender sin esa ayuda, son posiblemente los momentos más dramáticos e interesante de esta historia con ese enfrentamiento de padre (juez) e hija (abogada), que se acaba de comprender la postura de ella siendo la víctima y no queriendo denunciar a los culpables anteponiendo el compromiso político al de justicia.
Aunque Paulina quiera perdonarlos, algo muy cristiano que así era en la anterior versión, aquí se cambia por un compromiso político, como igualmente que no quiera abortar, o que tenga un cierto sentimiento de culpabilidad de clase ante la pobreza de los agresores, el padre lo que pretende es que un delincuente no quede suelto porque puede volver a delinquir y provocar nuevas víctimas, por lo que se debe hacer justicia.
Sorprende por la reacción de la protagonista tanto en su decisión de dejar la carrera judicial y dedicarse a la acción social, como en la postura posterior de cara a los violadores.
Los guionistas se meten en la mente de esa mujer, pero no es entendible su reacción y no se puede aceptar tan extraña postura.
Cinematográficamente está bien, con ocasiones al virtuosismo, que más resta que aporta, pero nada de acuerdo con el planteamiento.
Dolores Fonzi se convierte en la protagonista de este drama social en el que hace un gran trabajo siendo el alma de la película, muy bien seguida por Oscar Martínez en el papel del padre ya que ambos mantienen los mejores momentos en sus enfrentamientos.
Gran Premio de la Semana de la crítica y Premio Fipresci en el Festival de Cannes. Tres premios Horizontes Latinos. Premio Fénix a la mejor actriz a Dolores Fonzi.
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