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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hay estrenos cada temporada que se esperan con ansiedad y sin duda la secuela de la mítica película de Ridley Scott de (1982), 'Blade Runner' es uno de ellos.
Han pasado muchos años desde aquel ya mítico film, que con el paso del tiempo se convirtió en una producción de culto, a pesar de no haber sido muy bien recibido en un principio en el momento de su estreno, y durante ese tiempo se pensó mucho en hacer esta continuación.
Los guionistas actuales, de los que sólo queda de los anteriores Hampton Fancher, han pretendido recuperar el espíritu y logran hacer un producto muy aceptable, para el que no era necesario tanto metraje, ya que hay momentos en los que no pasa nada, no avanza, no obstante tiene unas bellas escenas sobre la soledad del ser humano y sobre el futuro que nos espera en el que la única compañía será la inteligencia artificial a través de los robots y los ordenadores.
Es una cinta que se pregunta sobre quiénes somos, a dónde vamos, porqué estamos aquí, de dónde salimos, cada uno busca su lugar en la Tierra, aunque le falta profundidad teológica, al tiempo que mezcla dos géneros, la ciencia ficción y el cine negro.
Los humanos y los replicantes, que han evolucionado y sufrido cambios, vuelven a reencontrarse en esta historia llena de referencias a la anterior y en este caso acentúa su tono político, social y científico al plantear cuestiones como el deterioro climático, la ingeniería genética, la división social con la necesidad de crear una casta que se encargue de hacer los trabajos más sucios y de construir los muros que los mantengan aislados.
Han pasado 30 años desde los acontecimientos ocurridos en 'Blade Runner' (1982). El oficial K, un blade runner caza-replicantes del Departamento de Policía de Los Angeles, descubre un secreto que ha estado enterrado durante mucho tiempo y que puede llevar a la sociedad al caos.
Su investigación le conducirá a la búsqueda del legendario Rick Deckard, un ex blade runner en paradero desconocido desde que se jubiló hace bastantes años.
La acción se sitúa tres décadas después del relato original, que lo hacía en 2019, continuando la historia inicial de Hampton Fancher y David Webb Peoples, basada en la novela de ciencia ficción de Philip K. Dick 'Los androides sueñan con ovejas eléctricas', escrita en 1968, que buscaba respuestas a unas preguntas existenciales.
Tiene menos acción y emoción que la anterior y le falta ritmo debido a un metraje tan excesivo, cuando eso mismo se podía contar con una duración más standard, y con una espléndida fotografía de Roger Deakins, con menos efectos especiales.
La historia es un poco complicada, con una estética que recuerda a la anterior, casi tan oscura como aquella, con una curiosa escena de cómo se le implantan los falsos recuerdos a los replicantes, que son necesarios para la supervivencia de la humanidad, y otra de amor muy original.
Es una película un tanto filosófica con soluciones imaginativas, con referencias a la primera parte, con la que es inevitable su comparación, y tiene momentos de drama familiar, con una estructura de corte policiaco.
Visualmente es espectacular, elegante, con una buena ambientación, una atmósfera oscura, húmeda y opresiva, con eternos cielos grises, con mucha lluvia como en la anterior, resultando por momentos hipnótica, aunque un poco fría a veces.
El personaje de Rick Deckar, que interpreta Harrison Ford, humaniza el argumento y se apropia de la función en el momento en que aparece, que se hace esperar bastante, y ocasiona que su sosegado ritmo se eleve y asome el espíritu de la primera.
A su lado Ryan Gosling no desmerece, con una sobria interpretación, así como tampoco el papel de Ana de Armas.
En la banda sonora se echa de menos la música de Vangelis, con un sonido impresionante, que resalta los momentos de acción.
Los 185 millones en manos del competente director canadiense Denis Villeneuve no han sido invertidos en balde ya que seduce al espectador al tiempo que debate sobre cuestiones esenciales.
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