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CRITICA
Por: PACO CASADO
La colaboración entre el productor Elías Querejeta y el director Carlos Saura es un paso histórico en el cine moderno español, con un nuevo estilo riguroso y personal, encontrando este último la libertad que necesitaba.
En anteriores títulos como La caza (1965), entre otros ya tocaba el tema de la Guerra civil y vuelve a hacerlo ahora nuevamente levantando polémicas, al evocar recuerdos de su infancia con un dominio expresivo y un estilo propio.
A través de los recuerdos de un hombre, a quien el golpe de estado franquista sorprendió en plena infancia, analiza las consecuencias que tuvo la Guerra civil.
Al cabo de los años, Luis, un soltero de mediana edad, vuelve a Segovia trayendo desde Barcelona los restos de su madre para ser inhumados en el panteón familiar que tiene en dicha ciudad.
Allí pasó el verano de 1936 y donde pasaba todos los años los esos meses, en la casa de su tía Pilar y la prima Angélica.
La Guerra civil retuvo a Luis en Segovia, lejos de sus padres y la convivencia con Angélica despertó sus primeros sentimientos amorosos.
El hombre evoca aquellos días y vuelve a su infancia con su prima Angélica, que fue su primer amor, ahora ya casada y madre de una hija.
Fue la película más polémica de Carlos Saura, en su momento, porque ideológicamente, y de ahí la reacción de los elementos políticos más conservadores, invierte los papeles de buenos y malos con respecto a nuestra Guerra civil, pero nunca en tono panfletario sino con la experiencia vivida del protagonista y del director.
De ahí también la dimensión nacional del film, su sensación de impotencia ante un devenir histórico, social y cultural.
Ha sido elegida en representación de nuestro país al Oscar a la mejor cinta en habla no inglesa.
A pesar de todo el revuelo levantado, por su estructura cinematográfica y por el tratamiento dado, no dejó de ser de una asistencia a las salas minoritaria, aunque contó con el beneplácito de la crítica.
Es una película entroncada en la más honda raíz del cine de Carlos Saura, el mejor discípulo del aragonés Luis Buñuel.
Ya en La caza (1965) y El jardín de las delicias (1970) tocaba el tema de la Guerra civil y aquí volvió a insistir sobre el mismo redondeando su opinión, volviendo la vista atrás para contemplar una España anclada en sus costumbres, en una forma de vida, en la resignación que lastraba e impedía la posible evolución, autocortándose la libertad.
Todos llevan su varapalo, con mayor o menor intensidad que en unos casos u otros, pero con seriedad, aunque haga aparición el humor de Rafael Azcona de vez en cuando.
Contó con su equipo habitual, con la fotografía de Luis Cuadrado y con un buen cuadro de actores.
Premio del Jurado en el Festival de Cannes. Premio Sant Jordi a la mejor película española.
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