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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras averiarse un barco en México, tres americanos recibirán una petición de ayuda por parte de una mujer. Su marido ha quedado atrapado en el interior de una mina de oro en territorio apache y les reclama que lo rescaten. Los tres hombres se apuntan a esta aventura con la secreta idea de conseguir algo de oro de la mina.
El invento que salvó al cine de una de sus crisis fue el CinemaScope, sistema de ancha pantalla que puso en marcha la productora Fox con 'La túnica sagrada' (1953).
Para ello se elegían películas de aventuras o muy espectaculares donde lucían bien los decorados y los paisajes.
Los géneros eran variados desde las de romanos a las marítimas de piratas y aventuras, del oeste y hasta comedias.
Los dramas le dieron otro sentido al nuevo formato.
En El jardín del diablo (1954) una mujer contrata a unos aventureros para rescatar a su marido de una mina de oro, lo que hace que cada uno se aliste con muy distintas intenciones, aún corriendo el peligro de una muerte casi cierta al enfrentarse con los indios.
El film fue encargado al director Henry Hathaway, un realizador efectivo pero poco dado a experimentos y virtuosismos, conocedor del cine de aventuras, experto en el género del Oeste, que sabía manejar con acierto los espacios abiertos.
Aquí utiliza una insólita escenografía, que oscila entre el desierto volcánico y las selvas del centro de México.
Western con un equilibrado guion que matiza bien los caracteres de los personajes, encarnados por actores que hoy día son míticos en la historia del cine, como Gary Cooper, Susan Hayward o Richard Widmark, que conocían perfectamente su oficio, amparados por una buena partitura del también mítico compositor Bernard Herrmann, que parecía que no encajaba en una cinta del Oeste, en la que rehuyó el típico estilo de música western para resaltar el lado más dramático de la acción.
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