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CRITICA
Por: PACO CASADO
La novela de Daniel Defoe, publicada en 1719, se ha convertido con el paso del tiempo en un clásico de la literatura de aventuras.
Tras el naufragio de su barco, un marinero inglés llamado Robinson Crusoe logra llegar a una isla desierta donde tendrá que aprender a sobrevivir.
Cuando lleva ya un tiempo en el lugar, a la isla llega una tribu de caníbales dispuesta a ofrecer varios sacrificios humanos.
Crusoe salva a una de las víctimas, un nativo que ha sido expulsado de su tribu y que accede a quedarse con él y aprende su lengua.
Crusoe llama al recién llegado Viernes, pero éste no tarda en cansarse de que le trate como a un esclavo, y le abandona.
Enésima adaptación al cine de la famosa novela homónima de Daniel Defoe, que se toma varias licencias argumentales, entre ellas las de incorporar a la trama al propio autor.
Dado su atractivo, aunque no de fácil adaptación, ha sido frecuente bocado apetecido por el cine que conoce media docena de adaptaciones y otras tantas películas inspiradas en la vida de este náufrago que se llevó veintiocho años en una isla desierta donde logró sobrevivir y reconstruir, de forma primitiva, lo que disfrutaba cuando estaba instalado en la civilización.
Desde la versión de Luis Buñuel (1952) a ésta pasando por la de René Cardona (1969), Jack Gold (1976) o Nicholas Roeg (1986), no ha habido mucha uniformidad en las adaptaciones.
La que hoy comentamos comenzó siendo rodada para la televisión por George Miller y readaptada para el cine por Rod Hardy.
Se diferencia de las anteriores en la inclusión más alargada del prólogo y desenlace que arropa y justifica el autoexilio de este caballero durante un año de su país a causa de un duelo y durante cuya travesía naufraga su barco.
Aquí en ningún momento tenemos noción del paso del tiempo, ni de los años que estuvo en la isla.
Las anteriores eran más explícitas en darnos a conocer cómo salva las dificultades para poder sobrevivir y resguardarse de las inclemencias meteorológicas, las fieras, buscar los alimentos o construirse una casa con los materiales de que dispone y los pocos elementos que logra salvar del barco naufragado.
Esta vez les ha interesado más hacer notar la conciencia que adquiere Crusoe de utilizar a Viernes como un esclavo, que termina limando las diferencias sociales y raciales y haciendo un canto a la amistad y al sacrificio.
Pierde así el film parte del encanto de la novela quedando en una actualización de conveniencias más actuales, pero menos interesantes.
La fría puesta en escena que desaprovecha el elemento geográfico (fue rodada en Papua Nueva Guinea) y la poco expresiva actuación de Pierce Brosnan, dan escaso interés a esta nueva versión.
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