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CRITICA
Por: PACO CASADO
Fritz Lang, preocupado por los temas sociales, como la justicia en 'Furia' (1936) o 'Sólo se vive una vez' (1937), filma dos cintas casi gemelas, por su temática de cine negro, y por los intérpretes, que son los mismos.
Rodada un año antes de su obra del periplo estadounidense 'Perversidad' (1945).
El profesor de psicología y criminólogo Richard Wanley se encuentra de pronto subyugado y cautivado por el retrato de una joven y bella mujer que vio expuesto en un escaparate contiguo al club social al que suele acudir.
Sin darle más importancia asistirá al club donde se reunirá con sus amigos.
Al salir de la reunión, con alguna copa de más en el cuerpo, volverá a plantarse ante el escaparate para una vez más observar el retrato.
Inesperadamente, en el reflejo del escaparate, la joven parecerá moverse.
En efecto, a su espalda se encuentra la modelo del cuadro, Alice Reed, quien tras una amigable charla le invitará a tomar una copa en su apartamento.
Richard aceptará pero, cuando se encuentra en el piso y todo parece ir como la seda, aparece el novio de la joven que, furioso, le ataca y defendiéndose en un forcejeo Richard acabará con la vida el joven viéndose involucrado en un crimen, iniciándose una auténtica pesadilla para él.
Lang, en el clima de la película negra, retoma uno de sus temas, que se nota caro a su sensibilidad: el del hombre en la tela de araña, que se va enredando cada vez más.
La tela de araña aquí es un fiscal que le hace confesar en colaboración con un testigo.
El film, de la serie negra, es notable por su técnica de claroscuros tan bien aprendida del expresionismo alemán, tanto por algunas escenas nocturnas, como la del descubrimiento de un cadáver bajo la escalera de una bodega, así como por la creciente tensión emocional que le confiere a la narración con su lógica implacable, su ritmo de pesadilla y su clima mental obsesionante.
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