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CRITICA
Por: PACO CASADO
Lucas y Clayderman son dos estafadores profesionales que engañan a los turistas durante los cruceros. En tiempos trabajaban juntos, pero una mujer se cruzó entre ellos, Verónica, la guapa protagonista del grupo de baile del transatlántico, lo que hizo que se rompiera la sociedad.
Ahora cada uno actúa por su cuenta, pero casualmente vuelven a coincidir en un crucero que va de Barcelona a la selva de Yucatán pasando por Tenerife, Casablanca y Brasil.
Ambos van tras un golpe de muchos millones de euros.
En esta historia de timadores, tema que siempre tiene su interés y emoción, se dan cita el musical, la comedia, el drama, la aventura y el thriller, lo que hace que el interés no decaiga en ningún momento.
El producto es fruto de la imaginación de Daniel Monzón como director y coguionista junto a Jorge Guerricaechevarría que no es la primera vez que trabajan juntos con unos resultados anteriores bastante más que notables.
Daniel Monzón tras ejercer la crítica de cine se inicia en el mismo escribiendo guiones y así elabora el de su debut en la dirección con 'El corazón del guerrero' (1999) comenzando a continuación su colaboración con Guerricaechevarría con el que arranca su serie de cinco trabajos en el género que más les gusta, el thriller y la intriga que a veces salpican con algunas gotas de comedia con es éste el caso presente.
'El robo más grande jamás contado' (2002), 'La caja Kovak' (2016), 'Celda 211' (2009), 'El Niño' (2014) y ahora 'Yucatán' (2018) constituyen su buena hoja de interesantes servicios.
Es una especie de road movie marítima que recorre varias ciudades en distintos continentes con una historia coral en la que se dan cita los más diversos pasajeros en este enigmático crucero en el que algunos de ellos se mueven por la ambición del dinero aunque también medie en ocasiones el amor que son los poderes que mueven a la humanidad.
Ambos crearon una historia interesante, divertida e ingeniosa que resulta muy entretenida a cuyo guion tan sólo le ponemos la pega de ser muy convencional, con algunas situaciones que no se explican, actuaciones de los personajes que se pasan por alto y otros que desaparecen de la trama sin dejar huella y sin más justificación o se plantean momentos que deberían estar muy elaborados para ser fruto de la improvisación, como los del anillo al inicio o el secuestro en los metros finales, por citar dos ejemplos.
Todo ello se justifica por el exceso de imaginación que hace que se inventen giros inesperados para que el interés no decaiga en ningún instante.
Si tenemos en cuenta esos convencionalismos en el montaje de algunas escenas de los timos, el edificio se nos caería abajo como un castillo de naipes, de ahí el que haya tenido algunas críticas desfavorables.
En estos casos se trata de una película en la que los actores son fundamentales obteniendo una gran actuación de Luis Tosar, Rodrigo de la Serna y sobre todo de Joan Pera, el doblador de Woody Allen, al que no es frecuente verlo como actor en cine.
La introducción de los números musicales hace que en ocasiones se pierda un poco el ritmo y se alargue innecesariamente la trama, pero ciertamente no molestan, ilustrados con el arreglo de algunas canciones conocidas llevados a cabo por Roque Baños junto a otros ritmos originales de la banda sonora.
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