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CRITICA
Por: PACO CASADO
El personaje de Jack el destripador, el primer asesino en serie de la historia, ha dado origen a muchas películas y a diversas teorías sobre su identidad.
Los directores afroamericanos hermanos gemelos, Albert y Allen Hughes, también exponen la suya inspirada en el comic de Alan Moore y Eddie Campbell, que se inclina por la conspiración en favor de la salud del imperio británico con la entrada de la masonería y el racismo contra los judíos.
Pocas veces se ha tocado este supuesto en el cine, que puede ser tan cierto como cualquier otro, ya que meses después de los asesinatos ya se estaba creando la leyenda y especulando sobre la personalidad de Jack, hasta el punto de mezclarlo en algunas producciones con personajes como Sherlock Holmes.
La acción se desarrolla en la Era Victoriana, en el Londres de 1888, en el barrio de Whitechapel, el barrio marginal más sangriento de la ciudad, donde tuvieron lugar los asesinatos, de los que no se nos ahorran algunas escenas sangrientas, con extracción de órganos incluidos, lo que le da un mayor realismo, con una ambientación de la época, perfectamente recreada.
La investigación la lleva a cabo el inspector Frederick Abberline, un policía muy especial, que fuma opio y se prepara pócimas con absenta y láudano, que le producen visiones alucinógenas sobre los escenarios del crimen y sus víctimas.
El policía se involucra profundamente en el caso que empieza a tener un significado muy especial para él.
Tiene breves insertos se podían haber evitado y no le afectaría en absoluto al conjunto de la historia.
Johnny Depp dota de credibilidad al atormentado personaje, con el que se ajusta como un guante.
La puesta en escena cumple correctamente con las características del género, con personajes misteriosos entre la niebla del viejo Londres, a lo que contribuye la buena fotografía de Peter Deming e inspirada la música de Trevor Jones.
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