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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los archivos judiciales han sido a veces fuente de inspiración para los guionistas americanos. En ocasiones no hay ni que recurrir a textos antiguos, ya que los periódicos ofrecen esa misma materia.
Bien sabido es que el Sur americano es uno de los lugares más conflictivos para el racismo en aquel país.
Allí, la noche del 11 de junio de 1963 caía abatido por un disparo por la espalda un activista de la defensa de los derechos de los hombres de color, un negro llamado Medgar Evers.
Fue un blanco, Byron De La Beckwith, perteneciente al Ku Klux Klan, el asesino, quien tras dos juicios salió absuelto.
En 1994, treinta y un años después, un abogado blanco, Bobby De Laughter, asumiendo el riesgo en un lugar tan conflictivo, de pagar un alto precio profesional, reabría el caso con la ayuda de la viuda, Myrlie Evers, y conseguía que esta vez se hiciera justicia y fuera condenado a cadena perpetua.
La película es una denuncia del racismo salvaje que se lleva a cabo en el Sur de los Estados Unidos y una demostración más de que en un país como ese es posible cometer la mayor injusticia, pero también de pagar el haber cometido un delito una vez llegada su hora, como en este caso que sumió al país en la vergüenza y la indignación al quedar en libertad un asesino declarado, que llegó a jactarse de ello en un libro que recogía una declaración hecha pública durante una conferencia.
La cinta se limita a exponer los hechos lo más llanamente posible por lo que a veces se ve perjudicada por su extensión y lentitud en su parte central, con la recogida de pruebas, pero se anima en el desenlace con la vista del juicio y la resolución final del caso.
El film consiguió dos nominaciones al Oscar, para James Woods como actor secundario y el maquillaje que el mismo exhibe al retomar al personaje treinta y un años después.
Correcta dirección, fotografía y trabajo de los demás actores logran una aceptable película.
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