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CRITICA
Por: PACO CASADO
Con todas las limitaciones que tiene la democracia americana, sin embargo tiene un sano espíritu crítico que cristaliza en la libertad de actuación de la prensa que constituye el cuarto poder, tras el ejecutivo, el legislativo y el judicial.
En los primeros meses de 1972 la opinión pública americana y mundial, se conmocionó al conocer la noticia de que la sede de la campaña electoral del Partido Demócrata, situada en el edificio Watergate, había sido objeto de espionaje en el que habían recogido abundante información confidencial y existían fundadas sospechas de que el origen de la compleja operación estuviese en la Casa Blanca.
Dos periodistas del periódico Washington Post investigaron los hechos, Carl Bernstein y Bob Woodward, y cuya consecuencia última fue la dimisión forzosa del presidente Nixon.
La película es concisa y se ciñe a describir los hechos auténticos sin caer en ningún tipo de divagaciones ideológicas o políticas.
Este es su mérito, aunque no profundiza a todos los niveles en un asunto tan explosivo como resultó ser éste.
Robert Redford y Dustin Hoffman sirven ajustadamente a sus personajes, aunque quien se llevó el Oscar fue Jason Robards por su interpretación de Ben Braddle, el director editorial del citado periódico.
Redford estuvo en contacto con los personajes reales para que le dieran información de primera manos de cómo llevaron a cabo la investigación.
Otros Oscar fueron para el guion de William Goldman, la direccion artística y el sonido y también fueron nominados el film, el director y Jane Alexander como actriz secundaria.
Un buen testimonio de la vitalidad de la democracia norteamericana y una vez más una buena película de corte político.
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