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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el cine de terror hay algunas series que se han hecho famosas a lo largo de los tiempos protagonizadas por personajes que se hicieron populares como la de Freddy, el hombre de las manos con cuchillas que provocaba pesadillas en Elm Street a los jóvenes adolescentes o la de Viernes 13 en la que también los chicos caían como moscas a manos del hombre de la máscara y así podríamos seguir enumerando algunas más.
Pero al margen de ellas también se producen películas que buscan historias originales, diferentes, independientes, para aplacar la sed de pasar miedo que siguen teniendo los espectadores adolescentes y así cada semana hay en las salas alguna de este género.
De vez en cuando surge una de estas producciones que cuenta algo original, como puede ser el caso de 'El sótano de Ma' (2019), hecha con un bajo presupuesto de 5 millones que la hará rentable.
En una pequeña ciudad de Ohio vive Sue Ann, una mujer de color, solitaria, con traumas del pasado, que trabaja en una clínica veterinaria a la que un día unos chicos le piden que les compre alcohol y entabla relación con ese grupo de estudiantes adolescentes a quienes les ofrece dar fiestas en el sótano de su casa, pero hay ciertas reglas: uno debe permanecer sobrio, nada de tacos y no pueden subir al piso.
Las fiestas se repiten en varias ocasiones y los chicos van cogiendo confianza con ella y les pide que les llamen Ma.
Entre tanto conocemos a Maggie Thompson, que acaba de llegar el pueblo, una de las chicas protagonista de esta historia cuya madre soltera, Erica, trata de tenerla controlada.
Cuando va por primera vez al instituto se enamora de Andy con el que suele acudir a las fiestas de Ma de la que poco a poco vamos conociendo algo más sobre su pasado.
Lo que se nos muestra en algún que otro flash back le llevará a actuar de forma distinta y nada amable en el último tercio de la trama.
Se trata de un thriller psicológico protagonizado por Olivia Spencer a la que asociamos con personajes amables como ocurría en Criadas y señoras (2011), que fue el film de su revelación por el que ganó el Oscar a la mejor actriz secundaria, aunque ya había interpretado un buen número de títulos en los que pasó desapercibida, tras el que haría otros notables como Figuras ocultas (2016) o en La forma del agua (2017) que les ha mantenido en el candelero.
Pero aquí cambia totalmente de registro y se convierte en una mujer desequilibrada que busca vengarse de aquellos que la humillaron siendo una niña cuando estudiaba en el instituto.
El primer paso de esta venganza es hacerlo en los hijos de los que la ofendieron, ofreciéndoles el sótano de su casa para que puedan celebrar fiestas donde corra el alcohol y demás substancias alucinógenas.
Una de las cosas interesantes de esta cinta es que se aparta del terror más convencional, sin los sustos que suelen ser habituales en el género con una gran parte del metraje al inicio que transcurre de manera tranquila, en la que parece que no va a suceder nada, y en los treinta minutos finales se concentran las suficientes sorpresas y giros argumentales para hacer que el espectador esté siempre atento a lo que está pasando.
Se habla del acoso en los colegios, de las relaciones materno filiales, los ritos de iniciación adolescentes y también se toca el tema del racismo en los Estados Unidos con las personas de color a las que se humilla en ocasiones desde que son jóvenes.
Es entretenida, pero el guion, si se analiza a fondo, deja algunos agujeros sin rellenar, sino yendo directamente al grano de la venganza con algunas escenas más duras en el tercio final de esta historia con una serie de situaciones que se convertirán en una pesadilla para los jóvenes.
Tate Taylor, el director de Criadas y señoras (2011) se empeñó en volver a trabajar de nuevo con Octavia Spencer y le dio este papel que en principio estaba previsto para una actriz blanca, que aporta buena parte del interés de esta película más de intriga que de terror.
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