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CRITICA.
Por: PACO CASADO
Hay una célebre foto de Joe Rosenthal, de la Agencia Associated Press, con la que ganó el Premio Pulitzer, en la que cinco soldados y un sanitario izan una bandera en el monte Suribachi, que ayudó a Norteamérica a ganar la guerra contra el Japón en Iwo Jima y se convirtió en un símbolo de la victoria yanqui.
En esa mítica fotografía, hecha el 23 de febrero de 1945, que sirvió de propaganda y lo que hubo detrás, que no fue conocido hasta fechas recientes, cuando fue publicado el libro de igual título escrito por Ron Powers y James Bradley, este último hijo de uno de los soldados que figuran en ella, en cuyo texto se ha basado Clint Eastwood para hacer esta película, es lo que se cuenta en ella.
Los derechos del libro los compró Steven Spielberg que propuso a Clint Eastwood que lo dirigiera para su productora DreamWork.
Tres de los soldados sobrevivientes, que pusieron la segunda bandera (la primera fue requisada por el comandante Chandler Johnson que se la apropió) fueron mandados a casa y usados como propaganda dando conferencias y actos patrióticos por todos los Estados Unidos, para vender bonos de guerra y recaudar fondos para material bélico.
Ni ellos mismos se creían que fueran tales héroes, sino los que estaban en el frente derramando su sangre, más por sus compañeros que por su patria.
Eran chicos jóvenes que apenas sobrepasaban los 19 años y uno de los tres, de raza india, volvió al frente.
Lo que cuenta el film no es sólo una crítica del conflicto bélico, lo sangriento y brutal de una guerra donde murieron más de 6.000 americanos y más de 20.000 japoneses, la mayoría de ellos civiles, sino además la manipulación de estos jóvenes, usados como marionetas, para unos oscuros intereses de estado, que después fueron dejados de la mano de Dios y algunos de ellos ni encontraron trabajo y murieron indignamente.
Hay también una crítica a los políticos sin escrúpulos, a los militares necesitados de crear ídolos sociales y a los medios de comunicación que los convirtieron en falsos héroes de cara al espectáculo, a la representación de una mentira, una falsedad que ni ellos mismos se creían y a la futilidad de la guerra.
Al tiempo la cinta resalta la camaradería y la solidaridad de aquellos hombres de la Quinta División de Marines en la conquista del monte Suribachi y desenmascara las falacias y las mentiras de la administración Roosevelt.
Uno de ellos fue el que contó a su hijo lo que ocurrió y éste lo plasmó en el libro que fue adaptado por Paul Haggis, el director de Crash (Colisión) (2004) en un guion con una estructura confusa, una narración compleja en la que se mezclan los flash backs de los recuerdos bélicos con la grotesca gira patriótica.
El hecho de usar actores poco conocidos hace que a veces sea difícil identificarlos.
En cambio Eastwood filma bien la violencia de la guerra, donde siempre resulta difícil de evitar el confusionismo de todo conflicto bélico, en contraste con el drama de las familias y los sentimientos humanos y se encarga también de la música sin que resalte en ningún momento.
Tal vez le sobre un poco de metraje.
La fotografía parece como si hubiera sido virada a blanco y negro sacando el mejor partido a las escenas bélicas a tono con el gris oscuro de las arenas del rocoso islote.
Un film interesante por descubrir una verdad oculta y denunciar la manipulación de unos falsos héroes.
Noinada al Oscar la mezcla de sonido y la edición de sonido. Nominado al Globo de oro Clint Eastwood. Premio AARP a la dirección y guion. Premio de la Academia del cine japonés a mejor film extranjero. Nastro d'argento, Premio Hochi y Kinema Junpo a mejor película extranjera. Premio Hollywood al montaje. Premio NBR. Premio Satellite a director, fotografía y diseño de producción. Premio de la Sociedad de efectos visuales.
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