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CRITICA
Por: PACO CASADO
Llega a nuestras salas una muestra de cine israelí que ha triunfado en multitud de festivales y que fue desechada de los Oscar a la mejor película extranjera por tener buena parte hablada en inglés y también ha sido prohibida en Egipto.
Cuenta la historia de una banda militar egipcia, la Orquesta Ceremonial de Alejandría, que es invitada a dar un concierto en la inauguración de un Instituto Cultural árabe en una población israelí y que por equivocación en el nombre similar acuden a otra ciudad perdida en medio del desierto.
El último autobús ha salido ya y hasta mañana no habrá otro por lo que han de quedarse a dormir en unas habitaciones que les ofrece Dina, la dueña del bar donde han comido.
El guion se sustenta en esta breve anécdota, quizás insuficiente, en la que se trata de colgar una bienintencionada apuesta por el entendimiento entre árabes e israelíes obviando siempre el conflicto actual que hay entre ellos, tratando de demostrar que a base de buena voluntad este entente es posible a través de la amistad, el buen humor, la música y el amor.
A veces no es necesario hablar el mismo idioma para entenderse.
De todo ello hay un poco en este modesto film, con algunas anécdotas tal vez irrelevantes, que camina a paso lento, con cierta delicadeza, con algunas pinceladas del director israelí Eran Kolirin que debuta en el largometraje tras hacer algunos guiones para la televisión de su país.
Lo ideal es que esta fábula fantástica se pueda hacer realidad algún día y no haya diferencias entre estos pueblos.
Un canto a la convivencia lleno de humanidad con personajes entrañables y con situaciones como la de la pista de patinaje que resulta de lo mejor de la cinta.
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