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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el afán actual de recuperar la tradición norteamericana del western, se están buscando nuevas fórmulas, o antiguas renovadas y reformadas, para llamar la atención.
Así se le da la vuelta a cualquier argumento tradicional y se hace en versión femenina, siendo ellas las heroínas de principio a fin de la historia.
Cuatro prostitutas, Cody Zamora, Anita, Eileen y Lilly, que trabajan en un saloom, se ven obligadas a huir cuando Cody, dispara y mata a un cliente que estaba a punto de violar a una de sus compañeras.
Perseguidas por la justicia, las cuatro deciden dirigirse al norte, y hacerse cargo de unas tierras, comenzando una nueva vida, pero eso no será tan fácil como lo han planeado.
Los buenos resultados artísticos y comerciales de Bailando con lobos (1990) y Sin perdón (1992), han provocado un cierto renacimiento del western como el título que nos ocupa.
Lo que empezó siendo un film modesto dirigido por Tamra Davis, se convirtió en un infierno de disputas y peleas y tras tres semanas de rodaje hubo de recurrir a Jonathan Kaplan, director que tiene fama de feminista y que además había dirigido a casi todas las estrellas que estaban implicadas, para poner orden y repartir protagonismo a lo largo del argumento.
El nuevo director reformó totalmente la idea inicial del guion y le introdujo todos los elementos necesarios para la mayor comercialidad, si es que no la tenía ya con tan excelente cartel femenino de las cuatro estrellas como principal atractivo, transformando la cinta donde la espectacularidad y la acción, junto con el lucimiento de las cuatro glamurosas heroínas son la nota dominante.
Esto hizo que la película se cargara de tópicos, que los personajes resultaran de una pieza y que las relaciones entre ellas apenas si están apuntadas.
No sabemos más que las cuatro se encuentran en el mismo prostíbulo, sin saberse por qué.
La acusación de asesinato de un cliente a mano de una de ellas las une en sus respectivas desgracias para siempre.
Por su parte los hombres tan sólo hacen de soportes en personajes típicos, como el bandido romántico, el vengador solitario o el ranchero bueno que no le importa el pasado de su prometida si es feliz.
En la historia no falta de nada.
Duelos, desafíos, violencias, persecuciones, robo al banco, refriega final, horca y un largo etc.
Kaplan lo lleva a cabo con buen ritmo, con una planificación que busca siempre el ángulo más estético desde el punto de vista fotográfico o la belleza del paisaje más que la eficacia de la narrativa.
La música de Jerry Goldsmith es brillante.
Pero todo esto si no está bien amasado hace que resulte aparentemente un western a la italiana, sin profundidad ni un verdadero contenido.
Las cuatro actrices están bien, dentro de lo que cabe y lo que les permiten los personajes que se les ha otorgado, resultando la más aguerrida y valiente Drew Barrymore por lo que se lleva de calle la función, pero sin desmerecer las otras.
Nada más ver sus rostros en la pantalla ya es una gozada, aunque los resultados no sean los óptimos.
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