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CRITICA
Por: PACO CASADO
A Tim Burton nadie le puede quitar ser uno de los directores más peculiares de Hollywood en cuya filmografía se suelen dar las contradicciones, ya que si bien el cine que él prefiere es el que resulta menos comercial y en cambio los grandes éxitos han sido con producciones que le hicieron dirigir de encargo.
Ejemplos de ese contraste pueden ser Ed Wood (1994) y Batman (1989).
En 'Big Fish' (2003), película de encargo, parece aunarse ambos tipos de cine.
Por una parte la fantasía que pone en su novela Daniel Wallace en la que se basa y que Tim Burton alteró convenientemente a sus deseos introduciendo algunos personajes y situaciones propias, mientras que por otro lado tiene a su disposición un amplio y excelente reparto para hacer un film comercial.
Sin embargo Burton le da su toque personal a la fantasía, a la forma de narrar la historia con constantes flash backs que alteran la linealidad del relato que puede confundir en un principio, hasta que el espectador se hace con los personajes.
El periodista Will Bloom y su mujer la fotógrafo francesa Josephine, que está embarazada a la espera de su primer hijo, se traslada desde París a Ashton, en Alabama, a la llamada de su madre que le hace saber que Edward, su padre, padece cáncer y que posiblemente morirá pronto.
Edward Bloom es un notable narrador de historias.
Todos los que le escuchan quedan encantados de las fábulas que inventa sobre su propia vida, menos su hijo que está harto de oír siempre los mismos cuentos, que cree que simplemente sirven para disfrazar su oscura vida.
Lo que cuenta esta cinta es la relación entre es padre y su hijo, que no se ven desde hace tres años, que harto de las fantasías de su progenitor a la hora de contarle sus batallitas personales fantaseadas, trata de averiguar ante de que se muera qué es lo que hay de verdad en todas ellas, llenas de brujas, gigantes, un enorme pez que no se deja pescar y muchas cosas más, llegando a un sorprendente descubrimiento final.
Burton vuelve a confiar en su desbordante imaginación y en la fuerza de sus imágenes para ofrecer su versión de este cuento de hadas basado en la novela de Daniel Wallace, creando una vez más un mundo ilusorio que habla del poder de la fantasía para adornar una realidad a veces demasiado desagradable.
Una vez más se repiten sus habituales constantes como la preferencia por personajes extraños dentro del mundo real o por aquellos que son realmente terroríficos.
Estupendo el admirable trabajo de Albert Finney, muy bien seguido por Ewan McGregor, con quien desdobla su personaje en la etapa más joven, así como de Jessica Lange y demás actores del reparto, envueltos en la ya tradicional música de Danny Elfman que suele acompañar a todas sus cintas, que fue candidata al Oscar (menos en Ed Wood (1994) que le puso la música Howard Shore).
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