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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando un artista tiene algo que decir da igual el medio que elija para expresar su arte y así ocurre con el veterano director francés Michel Ocelot que desde hace tiempo eligió el cine de animación para contar sus historias que la mayoría de las veces han sido reconocidas y premiadas en los festivales cinematográficos.
Tras hacer un buen número de cortos y series de televisión debutó en el largo con Kirikú y la bruja (1998) del que filmó una segunda entrega con Kirikú y las bestias salvajes (2005) codirigida con Bénédicte Galup, y cuenta ya con ocho títulos siendo éste el último, de momento, que abrió el festival de cine de animación de Annecy, muchos de ellos premiados en los certámenes de cine.
Esta vez cuenta la historia de Dilili una niña mestiza, de padres francés y kanako, que se encuentra en un parque representando las costumbres de su país, Nueva Caledonia.
El joven Orel le pregunta si habla su idioma y ella le responde perfectamente, ya que se lo enseñó la señora Louise Michel, su institutriz, y quedan para verse al día siguiente.
Ella acaba de llegar a Francia, a París, más concretamente y le gustaría conocerlo para lo que se brinda Orel, que es repartidor y tiene un triciclo con el que hace las entregas.
De paso investiga una serie de misteriosos secuestros de chicas jóvenes, en el París de la Belle Époque, en el que se desarrolla esta historia.
En el transcurso de su investigación se encontrarán con los personajes más extraordinarios del mundo de las artes y de la cultura que le irán dando pistas sobre los machos amos, que así se llama la banda de los secuestradores, lo que les lleva al Molino del diablo donde un perro muerde a Orel, que es curado en el Instituto Pasteur.
También cuentan con la ayuda de la cantante Emma Calvé y por el camino se irán encontrando y contando con la ayuda de los más célebres nombres de la época: pintores, científicos, escultores, bailarines, escritores, músicos, actores, etc. entre ellos Picasso, los Lumiere, Toulouse-Lautrec, Diaghilev, Colette, Eiffel, Claudel, Renoir, Renan, Modigliani, Debussy, Marie Curie, Degas, Monet, Rodin, Sarah Bernardt, etc., aunque todos no coincidieron al mismo tiempo en esa época.
Mientras, recorren los lugares más famosos y preciosos de la Ciudad de la Luz a través de fotografías retocadas que sirven de extraordinarios decorados a esta encantadora historia, con una animación de una gran sencillez y agilidad narrativa en la que el interés no decae en ningún momento, con una gran luminosidad en la fotografía, que interesa tanto a los mayores que irán reconociendo y recordando a esos célebres personajes, como a los niños que así tienen ocasión de saber quiénes son cada uno de ellos y lo que representaron para la cultura de finales del siglo XIX y principios del XX.
El espectador disfruta de una animación original y preciosista que no se parece a ninguna precedente, siempre con tonos coloristas de notable calidad y al margen de exigencias comercial, lo cual no quiere decir que ésta no lo sea.
De paso hace una defensa de la mujer y de la igualdad entre los seres humanos, denunciando la injusticia, la corrupción policial, el racismo y la intolerancia.
César a la mejor película de animación.
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