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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine de espías puede tener dos vertientes, que se enmarque en una historia de ficción o dentro de unos hechos reales, aunque se deje libertad al novelista o a los guionistas para adecuarla a los personajes creados.
A esta última se adscribe 'El ojo de la aguja' (1981) en la que Ken Follet sitúa en su novela a su espía, conocido como El estilete, en las vísperas del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, a punto de producirse el famoso desembarco en Normandía.
Un despiadado espía alemán, que intenta salir de Inglaterra con información vital sobre la Operación Overlord y el Día D, debe pasar un tiempo con una joven y su marido lisiado, en un lugar frente a la costa escocesa mientras espera que lo recojan.
Se juega con la posibilidad de que pueda ser en Calais. Paralelamente corre otra con la que confluye en su tercio final que imprime el dramatismo necesario a la acción de espionaje y que no sólo da espectacularidad al film sino que también aporta los mejores momentos de suspense del mismo.
Richard Marquand, director galés, ha contado con buenos mimbres para construir su película, comenzando por la emocionante novela de Ken Follet que tiene de base, continúa por la buena fotografía de Alan Hume y la música de un compositor tan clásico como Miklós Rózsa.
No hay que olvidar el notable trabajo de Donald Sutherland o la sensibilidad que pone la actriz Kate Nelligan.
La cinta posee momentos convencionales, pero Marquand le imprime el ritmo necesario para realzar la espectacularidad de la misma.
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