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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el género policiaco pocos argumentos hay ya que puedan ser originales, desarrollados con cierta lógica mínima.
Esta historia se basa en una primera y premiada novela de misterio de éxito, El ermitaño del parque, de George Dawes Green, que tiene como protagonista a Romulus Leadbetter, un pianista muy inteligente, que tiene una enfermedad mental que en su genialidad se siente perseguido por alguien llamado Cornelius que le vigila constantemente desde el edificio Chrysler, lo que le ha llevado a coquetear con la locura y a vivir, como un cavernícola, en una cueva de Central Park, un parque de Manhattan.
En sus alucinaciones se le presenta Sheila, su ex-mujer que le da consejos sensatos, como también lo hace, pero físicamente, Moira, su hija que es oficial de policía.
Un día de San Valentín aparece un joven congelado ante la puerta de su cueva y cree que el autor del asesinato es David Leppenraub, un fotógrafo de prestigio para el que ha posado como modelo de sus fotografías angelicales.
Ante el carpetazo que da la policía al caso, se pone como desafío demostrar quién es el asesino, lo que le lleva a una larga investigación por su cuenta y riesgo.
La actriz de El silencio de los corderos (1991) y Candyman, el dominio de la mente (1992), que debutó en la dirección y de forma bastante aceptable con Eve's Bayou (1997), es la encargada de dirigir este thriller psicológico, con algunos convencionalismos, que parece hecho a la medida de Samuel L. Jackson, actor con el que vuelve a colaborar, cuyo personaje era proclive al exceso y a pasarse en sus delirios, que aquí demuestra su gran talento.
Y de nuevo la música, como en su ópera prima, la pone Terence Blanchard, que mezcla temas clásicos con composiciones modernas de jazz, utilizando entre otras el Concierto para dos violines, de Juan Sebastián Bach y Regnava del silenzio, de Lucia di Lammermoor, de Gaetano Donizetti.
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