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CRITICA
Por: PACO CASADO
A Brian de Palma le consideran unos el sucesor de Alfred Hitchcock, y otros el mayor plagiario del maestro del suspense. Lo cierto es que su cine siempre levanta polémicas, por una cuestión o por otra.
Su estética suele estar bastante cuidada y la especial atención que dedica a la planificación de sus películas hace que a veces se olvide de estudiar más los guiones o de prestar una mayor atención a la dirección de los actores.
De todo ello hay en su nuevo film, 'Snake Eyes (Ojos de serpiente)' (1998), título que alude a los dos unos, en el juego de los dados, que es símbolo de la mala suerte, porque es cuando la banca gana.
Y a De Palma tras comenzar su jugada con buena nota, poco antes de la mitad de la proyección, le salen los dos unos fatídicos.
Todo el mérito del estupendo plano-secuencia de 13 minutos del comienzo, lleno de tensión y de ritmo, es echado por la borda cuando momentos después descubrimos que todo es mentira y nos muestra las cartas, dándonos a conocer al culpable de la conspiración.
Se inicia con un importante combate de boxeo de peso pesado amañado en un casino de Atlantic City, durante el cual cae asesinado el Secretario de Defensa de los Estados Unidos.
El responsable de la seguridad, un hombre de conducta intachable, se cree culpable por haber abandonado su puesto para ir detrás de una misteriosa mujer sospechosa vestida de blanco.
Su amigo Rick Santoro, un extravagante detective sin muchos escrúpulos, que vive de pequeñas corruptelas, trata de cubrirlo.
A partir de ahí Brian De Palma, a la manera de Akira Kurosawa en Rashomon (1950), nos ofrece diversos puntos de vista y versiones de los personajes implicados en los hechos.
Pero de nada sirve el esfuerzo porque ni éstos están analizados a fondo, ni la trama reserva el mayor interés una vez desvelado el secreto.
Los actores Nicolas Cage y Gary Sinise no tienen precisamente sus mejores interpretaciones, sino todo lo contrario, que ha ocurrido con estos dos grandes profesionales en otras ocasiones.
Posee una buena fotografía, llena de matices, y una música de Ryuichi Sakamoto que pasa desapercibida.
Los resultados, con los materiales y las posibilidades que tenía, no pueden ser otros que mediocres.
Premio Blockbuster a Nicolas Cage.
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