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CRITICA
Por: PACO CASADO
La carrera ascendente del director George Roy Hill se está convirtiendo en una de las más brillantes del cine de Hollywood de los últimos años, hasta el punto de que cada nueva película que realiza se convierte en un gran éxito y en los títulos más destacados de la temporada.
No hay más que recordar títulos como 'Dos hombres y un destino' (1969), premiada con cuatro Oscar un Globo de oro y un Bafta y 'El golpe' (1973), laureada con siete estatuillas de la Academia, que fueron de los films con más recaudación en España en las correspondientes temporadas.
1926. La última guerra ha popularizado la aviación y algunos pilotos, una vez licenciados, intentan ganarse la vida en espectáculos aéreos, cada vez más peligrosos por la competencia de todos en busca de los ejercicios más arriesgados.
Waldo Pipper es uno de estos ex piloto de las fuerzas aéreas norteamericanas que luchó en la Primera Guerra Mundial y que ahora se dedica a realizar espectáculos aéreos, en pos de las mejores acrobacias siempre basadas en la amenaza de tener un accidente, lo que le enfrenta a las autoridades que necesitan impulsar la aviación comercial, lo que significa convencer a todos de que es el medio de transporte más seguro.
Waldo actúa para recaudar dinero para financiar un nuevo prototipo de avión que le permitirá ser el primer piloto que realice una complicada pirueta aérea, pasando así a la historia de la aviación.
Sus planes se ven truncados cuando tras un accidente le es denegada su licencia de piloto.
Para Waldo entonces la mejor salida es actuar para el cine.
Hasta ahora Roy Hill ha acertado con esa fórmula tan habitual y características del cine americano de aunar calidad y comercialidad a un tiempo.
Estos grandes triunfos le han permitido convertirse en productor de sus propias obras, como ocurre en este caso, en el que lleva a la pantalla su novela sobre los comienzos de la aviación en los Estados Unidos y la historia de aquellos hombres que supieron sacar producto del nuevo invento con sus piruetas en el aire en un más difícil todavía, como si de un circo se tratara, hasta transformarlo en un grandioso y peligroso espectáculo de multitudes al que sacaban producto algunos avispados comerciantes jugando así con las emociones y las vidas humanas, ya que algunos perecieron en el intento.
Roy Hill ha tenido de comienzo el acierto de encargar a otro el guion de su novela y no tropezar en el error de ser su adaptador ya que corría el peligro de caer en la trampa de lo literario, por no mutilar una obra hecha en otro medio de expresión.
Se adapta al mismo tiempo a la fórmula imperante en estos momentos, la de la moda retro, ya que la cinta se ambienta, así comienza, en Nebraska en 1926, y a lo largo de ella se nos relatan las mil y una peripecias y aventuras de Waldo Pipper, un hombre totalmente enamorado de la aviación, pionero en su especialidad como otros muchos a los se hace referencia en la trama.
Aunque sea la biografía de este héroe, se centra sobre todo en los últimos cinco años de su vida que son los más emocionantes.
El director es amigo de hacer films largos, pero sabe dosificar perfectamente el relato de forma que no falte lo espectacular, salpicándolo en diversos momentos de emoción en escenas muy bien filmadas como es el caso del recate de la chica del ala de una avioneta que produce auténtico vértigo al espectador, y como ella todas las referentes a las escenas aéreas con unos efectos especiales realmente logrados, captados en una espléndida fotografía de Robert Surtees, bien ambientada por la música de Henry Mancini.
Esta tragicomedia situada en el mundo de la aviación representa la tercera vez que George Roy Hill ha contado con el concurso de Robert Redford que logra un acertado trabajo en la encarnación de Waldo Pipper, en esta interesante y espectacular película.
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