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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hay películas buenas, otras malas, pero también las hay que son tremendamente aburridas y a esa última categoría pertenece esta 'Downhill' (Cuesta abajo) que fue presentada en el Festival de cine de Sundance.
Se trata de una nueva versión del film Fuerza mayor (2014), una coproducción entre Suecia, Francia, Dinamarca y Noruega, con guion y dirección de Ruben Östlund, donde se contaban las peripecias de una familia sueca compuesta por el matrimonio y dos hijos que se marchan durante unos días de vacaciones a esquiar a los Alpes franceses.
En esta ocasión el argumento se repite punto por punto, ya que también se trata de una familia, ahora norteamericana, integrada por los padres, Pete y Billie Stanton, con dos hijos adolescentes, Finn y Emerson, que esta vez se marchan a esquiar a las montañas austriacas, donde un día mientras almuerzan en la terraza del restaurante del hotel, al pie de una nevada montaña, suelen montar un espectáculo que consiste en provocar, mediante una explosión, un alud controlado de nieve, pero esta vez es un poco más abundante hasta el punto que inunda la terraza donde se sirve la comida poniendo a los comensales en un supuesto peligro, entre los que se encuentra la citada familia.
En esos momentos el marido huye corriendo al interior del restaurante, mientras que la madre y los dos hijos se refugian como pueden debajo de la mesa.
Todos salen ilesos, no ha habido ningún herido, pero esa muestra de cobardía del marido le sienta muy mal a la esposa que no hace más que echársela en cara al esposo y además se lo cuenta a unos amigos, Zach y Rosie, también americanos, que se pasan por allí a visitarlos, ya que están de viaje por Europa.
A partir de ello Billie se lleva todo el resto de la película de morros, con lo que pone en peligro la integridad de su matrimonio ante la escapada cobarde de Pete en lugar de preocuparse por la integridad y seguridad de su propia familia.
El resto del argumento es la protesta a la dirección del restaurante del hotel, la pérdida de tomar un helicóptero para hacer una excursión, el encuentro con un entrenador de esquís imprevisto, la visita de los maridos a una discoteca y poco más, para terminar Pete reconociendo que es un egoísta cobarde e idiota ante tan mezquina acción, pero ninguna de estas situaciones tienen la más mínima gracia como para provocar ni siquiera una leve sonrisa que divierta al espectador.
La dirección corre a cargo de Nat Faxon, un veterano actor con casi cien películas que tras dirigir El camino de vuelta (2013) hace con este su segundo largometraje y Jim Rash, otro actor que sobrepasa el centenar de interpretaciones, que al parecer forman pareja artística, ya que ambos llevan la misma trayectoria juntos en todo lo que han realizado hasta ahora.
Descocemos si es debido a esta dualidad la torpe dirección, pero el ritmo de esta irritante comedia es ciertamente lamentable y si la intención es tanto la de divertir como de hacer un drama familiar brilla por su ausencia.
A ello se une la pareja protagonista compuesta por Julia Louis-Dreyfus y Will Ferrer, un actor que ignoramos quién le habrá dicho alguna vez que tiene gracia, haciendo una vez más una mala actuación, siendo mucho mejor el trabajo de ella.
Del resto del elenco mejor no hablar y otro tanto diríamos de la banda sonora de la que lo único que se salva son los fragmentos clásicos de piezas de Schubert y se agradece su corta duración.
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