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CRITICA
Por: PACO CASADO
La casualidad en la programación ha hecho que en la misma semana se estrenen las dos primeras películas que ha realizado el director de fotografía Dean Semler, que recientemente se ha pasado a la dirección.
La primera fue Tormenta de fuego (1998) y la segunda, en este mismo año, 'El último patriota' (1998), donde todo el protagonismo se lo lleva Steven Seagal, actor especializado en films de acción, género al que pertenecen todos los que ha interpretado hasta la fecha y que ahora parece que quiere cambiar, sin conseguirlo.
Seagal incorporar en este caso el papel del doctor Wesley McClaren un respetado médico inmunólogo de Ennis, Montana, que vive con su hija Holly en una granja, que lucha contra un virus propagado por el líder de una pandilla de iluminados capitaneados por Floyd Chisolm, un oficial del ejército, un extremista que se cree salvador del mundo o creador de nuevos mártires, siempre que se opongan a sus deseos e ideas.
El científico tendrá que luchar contra el tiempo para encontrar el antídoto, entre otros inconvenientes.
La película mezcla las habituales secuencias de acción con un cierto misticismo ecologista, cuyo guion está basado en la novela The las canadian, escrita por William Heine.
Aunque más reposado que en otras ocasiones para ser una cinta protagonizada por Steven Seagal, al que es difícil creer en el papel que le ha tocado esta vez, el director recién estrenado Dean Semler lleva la película con pulso más tranquilo y firme que en la anterior ocasión, el film ya reseñado.
Tan increíble como su personaje es el tema en el que resulta de una tremenda ingenuidad y casualidad que, de las florecillas cultivadas por el indio pariente del protagonista se obtenga el antídoto inmunizador.
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