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CRITICA
Por: PACO CASADO
El western era uno de los géneros que más temas admitía.
Esto sirvió con frecuencia para poner de manifiesto problemas importantes del país con sólo trasladarlos a esa época.
Aquí se plantea un auténtico drama de conciencia.
Johnny Cobb es un hombre amante de la paz, que lucha entre cumplir con su deber y el de padre y esposo.
La cuestión podía darse en cualquier pueblo o lugar, pero el espectador lo soporta mejor si se trata en un western.
A la pequeña población de Firecreek arriban unos pistoleros con su líder Larkin al frente, que está levemente herido, con la idea de pasar allí la noche, pero pronto comienzan a originar toda clase de problemas aprovechándose de los lugareños, humillándolos para divertirse con ellos.
Los habitantes de la ciudad, le piden a Johnny Cobb, que hace las veces de representante de la ley, que haga lo que esté en su mano para resolver esta cuestión.
Pero éste está convencido de que no puede enfrentarse solo a ellos, además de que tiene otro problema en su casa y es que su mujer está a punto de dar a luz.
Se trata de un western con un argumento muy simple, en el que
desde un principio se adivina el duelo final entre los dos grandes actores que encabezan el reparto, que es uno de sus principales atractivos.
La película está bien llevada, aunque de manera un poco lenta, pero dosifica correctamente las incidencias a lo largo del argumento.
Es un gran aliciente ver actuar juntos a dos grandes actores como James Stewart y Henry Fonda en un mismo film.
La dirección de Vincent McEveety, un realizador que estaba en sus comienzos, es correcta, teniendo aciertos de un gran experto en algunos momentos, lo que hacía esperar mejores cosas en sus posteriores trabajos.
Una bella fotografía en technicolor, de William H. Clothier, con notables encuadres y una adecuada música del veterano Alfred Newman, completan los valores de esta aceptable cinta.
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