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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine español combina en esta producción la política con el thriller, con el terrorismo internacional en un ambicioso film en el que Steve Campbell, un ingeniero norteamericano, ha sido secuestrado en una innominada y perdida isla africana con un gobierno corrupto, debido a que tiene en su poder unos documentos comprometedores que ponen en riesgo la firma de un contrato millonario por parte de una multinacional petrolera estadounidense.
Para intervenir en este caso es requerido Carlos Fuster, un negociador español, que vive en Bruselas (Bélgica) con su esposa Susan, que está en un avanzado estado de gestación a poco de cumplir.
Ambos tienen la esperanza de poder trasladarse a Nueva York enviados por la empresa del marido que está a punto de convertirse en socio y así tener una vida mejor, cuando es enviado como mediador, viéndose metido en una trama conspiradora y corrupta de muchos millones.
La madre de Carlos, Elena, es una veterana diplomática que trabaja en las Naciones Unidas.
Una vez que Carlos llega al país se hospeda en la casa de León, el hijo del presidente, y pide ayuda a Alejandra, una antigua amiga española que reside allí con su amiga Eva y trabaja en una ONG, que conoce bien el terreno que pisa a la que utiliza de chofer para que lo lleve de un lugar a otro.
En principio va a entrevistarse con el presidente del gobierno pero está ausente y comienza a actuar por su cuenta buscando a Calixto Batete, un antiguo amigo, que puede saber dónde se encuentra el ingeniero secuestrado y los comprometedores papeles, que está huido por estar acusado del secuestro.
A partir de ahí se enfrentará a una trama en la que tendrá que arriesgar su vida en la zona de Black Beach, una de las prisiones más terribles del planeta y decidir lo que es correcto.
En eso se desarrolla el argumento de esta película con escenas de acción bien rodadas, pero deja un poco frío, aunque que no obstante mantiene intrigado al espectador durante su extenso metraje, cuyo guion tiene picos de sierra, unas veces con interés, mientras que en otras ocasiones baja, transcurriendo de forma algo plana.
Últimamente estamos viendo algunas cintas españolas en las que se respeta el idioma de los personajes, traduciendo en subtítulos los diálogos, aunque no siempre eso se cumple, como ocurre en este caso que siendo un país africano es extraño que todos los personajes de color hablen español, mientras que los blancos a veces lo hacen en francés o en inglés, no siendo riguroso en este sentido y por otra parte en ocasiones no se leen bien cuando van sobre fondos blancos.
El protagonismo es por entero para el español Raúl Arévalo, un actor que se adapta bien a cualquier papel, que está todo el tiempo en pantalla, con la ayuda en ocasiones de Candela Peña en un papel que no es muy habitual verla a ella.
La dirección recae en el cineasta madrileño Esteban Crespo, que fue nominado al Oscar por su corto 'Aquel no era yo' (2012) un director con poca experiencia aún, ya que tras dirigir media docena de cortos debutó en el largometraje con Amar (2017) y hace con 'Black Beach' (2020) su segundo título con el que hace un film de acción y denuncia política, con las multinacionales influyendo en las guerras en África, sosteniendo a los gobiernos corruptos que hace la vista gorda, e incluso a las Naciones Unidas en defensa de su economía.
La película la lleva a bien ritmo, aunque como hemos apuntado ante con algún que otro decaimiento más fruto del guion en el que no todo queda claro y con un sorprendente giro final, aunque la labor directiva, no obstante, saca partido de lo que tiene entre manos que no es mucho.
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