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CRITICA
Por: PACO CASADO
Scott Carlin es un joven de 24 años que vive con Margie, su abnegada madre que es enfermera y su hermana Claire, en Staten Island, uno de los barrios menos visitados de Nueva York.
Un día sufrió a los siete años una cierta parálisis cerebral conocida como la enfermedad de Crohn, cuando su padre, de profesión bombero, murió tratando de salvar a un par de personas en un incendio, y su desarrollo parece haberse detenido, no siendo su comportamiento muy normal.
A pesar del paso del tiempo no ha superado su muerte, no tiene un oficio, ni forma de ganarse la vida a pesar de su edad.
Desde entonces la cabeza de Scott no funciona bien, debido a ello tiene momentos depresivos y se pasa el tiempo con sus amigos Oscar, Igor y Richie fumando hierba, así como su amiga Kelsey con la que tiene sexo de vez en cuando.
La historia comienza con la graduación de su hermana Claire y a continuación se marcha fuera a estudiar en una universidad.
A Scott un día le ofrecen un trabajo en un restaurante, pero él lo que quiere es ser tatuador y tiene la peregrina idea de poner un restaurante donde se puede una persona tatuar.
Tiene la mayor parte de su cuerpo totalmente cubierto de esos dibujos impresos en su piel y un día le hace uno a un niño de 9 años y Ray Bishop, el padre, que también es bombero y está separado de su esposa, reclama daños y perjuicios.
A partir de ese momento hace amistad con Margie, algo que en principio no le hace gracia a Scott, hasta que su vida cambia debido a ciertas circunstancias que no desvelaremos.
Es una historia que dista mucho de las que estamos acostumbrados a ver dirigida por el neoyorquino Judd Apatow, a quien se le atribuye como productor una cierta revolución en la comedia también llamada Nueva Comedia Americana que, a nuestro juicio, ha sido para mal, ya que distan mucho de la elegancia de las clásicas de toda la vida, mientras que éstas, generalmente, tratan de gente joven y suelen ser groseras y de mal gusto, del tipo de Virgen a los 40 (2005) o Lío embarazoso (2007), tanto las dirigidas por él, como es el caso de las citadas, como las producidas pero realizadas por otros.
No ocurre así aquí ya que podríamos enclavar esta película en el género del drama por lo que resulta bastante diferente a lo anterior ofrecido por este realizador.
A pesar de la deficiencia que pueda arrastrar Scott sin embargo se esfuerza por ser útil en la vida dentro de lo que él puede, lo cual es meritorio para él y ejemplar para los demás.
El guion está inspirado en el caso de Pete Davidson que tiene muchos puntos de contacto con lo que se nos cuenta en esta historia que, de paso, toca temas como la pérdida de un ser querido, el amor, el miedo a crecer, el trauma que crea en el hijo, convertido en "un niño grande", la enfermedad, las drogas, las relaciones familiares, etc. aunque sea superficialmente.
Le ocurre a este film que trata una historia muy particular que no le interesa a casi nadie y además resulta demasiado largo y eso mismo provoca que esté descompensado y resulte irregular de una parte a otra, deteniéndose en exceso en algunos aspectos y pasando a la ligera por otros.
Eso le sucede a Apatow también en las comedias, pero en ellas pasa más desapercibido, y aquí obtiene un resultado irregular.
En el elenco interpretativo cuenta con el propio Pete Davidson incorporándose a sí mismo, un espléndido trabajo de Marisa Tomei como lo más destacado, el también cómico Bill Burr completa el triángulo y un breve papel para el veterano Steve Buscemi.
El éxito de esta cinta depende de la simpatía o rechazo que provoque en cada uno de los espectadores el tatuado protagonista que resulta difícil de creer que sea un cómico de éxito de la televisión americana que, personalmente, no nos cae simpático, como igualmente el cine de este director, aunque aquí haya cambiado de género, pero sigue dirigiendo de manera funcional y rutinaria, sin inventiva.
Esta película fue estrenada en plataformas en EE.UU. y aquí lo hace en salas de manera muy minoritaria.
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