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CRITICA
Por: PACO CASADO
En esta película los policías que Robert Aldrich nos presenta, poco o nada tienen que ver con los que estamos acostumbrados a ver en los telefilms de la pantalla pequeña o en el propio cine tradicional norteamericano de los directores más clásicos de Hollywood.
Cuenta la historia de un grupo de policías de Metro Los Angeles que después de sus accidentadas y frustrantes rondas para mantener el orden y la seguridad decide quitarse de encima algunas de las presiones que tienen a diario en sus trabajos, participando en diversas formas de ejercer el libertinaje en horario fuera de los de sus respectivos servicios que les tienen asignados, para desahogarse y aliviar así la jornada laboral.
Aquí, el viejo lobo que es Aldrich compone una patrulla con un concepto ciertamente muy negativo, basándose en la novela de Joseph Wambaugh, que pronto se convirtió en un increíble best seller, con este grupo de policías salvajes y divertidos, o al menos es el concepto que él tiene de estos cuidadores de la ley y el orden, respondiendo a una idea de estar de vuelta de todo, como otros realizadores veteranos del cine de Hollywood, sobre todo pensamos en el director y guionista Richard Brooks, según los films que viene haciendo durante los últimos años.
El guion capta perfectamente la idea del libro que refleja muy bien el ambiente que se vive en las calles de Los Angeles.
En este caso, cargando sin dudas la tintas, pero con una gran veracidad en el fondo, los policías norteamericanos que conocemos esta vez en la pantalla, al menos los de Aldrich, forman una pandilla ciertamente de indeseables, borrachos, obsesos sexuales, chantajistas, drogadictos, neuróticos, racistas y cuantos calificativos negativos que se nos vengan a la mente se les pueden aplicar a estos hombres que abusan de su uniforme con respecto a los demás ciudadanos.
Se hace pues, una crítica corrosiva y tremenda del sistema policial yanqui en esta cinta que tiene el ritmo y la narración segura del buen cine clásico norteamericano si bien posee un cierto lastre en su parte final.
Robert Aldrich, como en sus anteriores películas como La banda de los Grissom (1971) o en Alerta: Misiles (1977), parece que no confía ya en el género humano, al menos en el hombre norteamericano, dando así la vuelta a toda una tradición cultural y cinematográfica de la que él mismo forma parte.
Obra interesante y de gran impacto que merece verse.
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