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CRITICA
Por: PACO CASADO
No sorprende a nadie que al tener un gran éxito la primera parte de Karate Kid, los productores se hayan apresurado a rodar rápidamente una segunda entrega, ya que no está el horno de las ideas como para desperdiciar ninguna que salga rentable y esa primera lo fue, a pesar de la sorpresa que supuso para todos, siendo los primeros sus creadores.
En aquella se jugaba con dos personajes sencillos y lineales que cayeron bien en el público, juvenil sobre todo, y eso es muy importante.
Se mezclaba en ella una filosofía de la no violencia, se propugnaba el deporte del karate como arma de defensa ante el mal y la injusticia y se exponía la experiencia del viejo profesor en ayuda del joven alumno con sus máximas y filosofías pacifistas, en un mundo como el actual sobrecargado de extrema violencia.
Robert Mark Kanen, karateca, cinturón negro, fue el autor del guion del primer film y también ha repetido en este segundo.
Un buen conocedor de este deporte y todo un experto de las costumbres japonesas, da la vuelta al esquema de la primera en esta nueva ocasión.
Ahora nos cuenta que es Daniel quien ayuda a su veterano maestro Miyagi a resolver un problema de honor en su Okinawa natal, de donde había emigrado para no tener que enfrentarse a su mejor amigo a causa de una chica.
Ante la enfermedad de su padre, vuelve y ha de hacer frente al problema ante la cabezonería de su oponente ayudado por su sobrino.
Al mismo tiempo se revive el viejo romance y también otro nuevo entre Daniel y una joven bailarina que adornan la historia, tan simple como la anterior, salpicada de encuentros entre los contendientes, eludiendo siempre una violencia que no desean y anteponiendo en todo momento la filosofía de la antiviolencia.
El esquema sigue siendo tan sencillo como suele ser la lucha entre el bien y el mal, llevado de manera esquemática y simple, sin complicaciones argumentales y con el aliciente adicional de darnos a conocer algunas de las costumbres exóticas japonesas que ilustran muy bien la película, un tanto infantil si se quiere, pero distraída y llena de buenas intenciones, donde triunfa la amistad sobre todo.
John G. Avildsen, que fue también el director de la primera parte, lleva la acción con una cierta lentitud en algunos momentos, cobrando sus puntos de emoción y subida del interés en los enfrentamientos entre los contendientes hasta legar al esperado combate final, mientras saca partido de las bellas imágenes que el exótico paisaje le brinda o de las costumbres japonesas con la ceremonia del te o las danzas, en claro contraste con el rock and roll en una discoteca como representante de la invasión occidental.
Y junto a ello algunas escenas o personajes algo convencionales.
Por su parte Bill Conti se recrea en una composición acertada en la que introduce obligados acordes orientales para mejor ambientar la historia.
El nominado al Oscar por su trabajo en la primera parte Noriyuki Pat Morita, se erige aquí en el protagonistas de la historia, mientras que Ralph Macchio pasa a un segundo término seguido por el resto de compañeros del reparto.
En definitiva, continuación de una historia que causó un buen impacto en la primera parte y que lo sigue produciendo en esta segunda a juzgar por el éxito de público con que ha arrancado su exhibición.
Nominada al Oscar la canción 'Glory of love'. Premio ASCAP a la música y la canción. Premio BMI a la canción. Premio Young Artist.
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