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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta historia comienza en 1962 con el encuentro casual de Sylvie y Robert a la puerta de un teatro en la que ella espera a una amiga para asistir a un concierto de Nancy Wilson y en vista que no llega lo invita a él a que la acompañe.
A partir de ahí la película vuelve a cinco años atrás y nos cuenta cómo se conocieron Sylvie Parker, una joven que aspira a convertirse en productora de televisión, y Robert Halloway, un inteligente músico, saxofonista profesional, en la tienda de discos de segunda mano de su padre en el Harlem del año de 1957.
Él toma el cartel que luce en el escaparate donde dice que se busca un dependiente y el padre, que es saxofonista como él, le da un empleo.
Ella está comprometida con Lacy, un chico de una familia rica, que en esos momentos está destacado en el frente luchando en la guerra de Corea, mientras que él no es más que un pobre músico que toca en el grupo de jazz Dickie Brewster Quartet.
De esta forma ambos cruzan sus vidas y comienzan un romance amoroso que trascienden los tiempos y el éxito profesional de cada uno.
Un día le ofrecen un prestigioso contrato en París de larga duración al conjunto de Robert y ella no quiere decirle nada, en ese momento de la partida, para no interferir en su carrera.
Entre tanto Sylvie logra entrar como auxiliar de producción en una importante cadena de televisión.
Con sus carreras llevando cada uno caminos distintos, ambos deben decidir si les importa más su profesión o su corazón.
Tras transcurrir cinco años a la vuelta de Robert de París ella se ha casado y tiene una niña, Michelle, de esa edad aproximada.
Durante el tiempo de visión de este film se nos vino a la mente la nostalgia de aquellos melodramas que se hacían en el cine norteamericano en los años cincuenta dirigidos por Douglas Sirk, del tipo de Imitación a la vida, un buen título que reflejaba perfectamente lo que suele ocurrir en la realidad en esos dramas, tragedias, penas y alegrías, como de igual manera sucede en esta cinta, segunda que escribe su guion y dirige Eugene Ashe.
Llama la atención que siendo una producción norteamericana esté rodada en Super 16 mm., tal vez por un presupuesto cercano al del cine independiente, cuando es una cinematografía que dispone de más medios que otra cualquiera, lo cual no influye en la calidad de las imágenes que están muy conseguidas en todos sus aspectos, con una realización bastante clásica, del neoyorquino Eugene Ashe, sin complicaciones, ni búsquedas de encuadres raros y contada de forma lineal, salvo el salto de inicio a cinco años atrás y ya después continua el relato en la actualidad a donde vuelve en un momento determinado.
Cuenta con una pareja constituida por los actores de color Nnamdi Asomugha en el papel de Robert y la simpática Tessa Thompson como Sylvie que ilumina con su sonrisa la pantalla, como principales protagonista de esta dramática historia, cumpliendo bien con sus cometidos, en un tipo de cine que acude a los festivales y aspira o gana el Oscar, a diferencia de otros tiempos en los que se hacía para personas de esa raza y en salas exclusivas para ellas.
Aquí se obvia la discriminación y el conflicto racial que existía en aquellos años, aunque se insinúa brevemente la lucha por los derechos en la Marcha sobre Washington.
Contiene una notable banda sonora de Fabrice Lecomte con canciones de la época y unos estupendos temas de jazz.
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