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CRITICA
Por: PACO CASADO
Como siempre decimos, de la cosa más nimia se puede sacar una buena historia y Barry Morrow tuvo conocimiento de un hombre deficiente mental que hacía la limpieza en un restaurante donde su mujer era camarera y un día escribió un artículo sobre él en un periódico.
Un directivo de televisión lo leyó y le pidió que lo desarrollara para hacer el guion de una película y así surgió esta historia extraída de la realidad.
Lo que se cuenta en este film es un relato en el que el pasado y el futuro se encuentran en un presente que echa una mirada humorística y cálida sobre el potencial ilimitado del espíritu del ser humano.
Esta cinta tiene la doble faceta de aunar a las dos clases de espectadores que asisten al cine, por una parte los jóvenes acudirán para ver a su ídolo, Tom Cruise, que está muy bien en esta ocasión, tal vez contagiado del notable trabajo que hace su compañero Dustin Hoffman.
Y por otro lado el público adulto lo hará por encontrar un tema serio, hecho con rigor y calidad artística.
Ambos pueden salir satisfechos, aunque menos las jóvenes quinceañeras ya que su ídolo aquí no es el de Cocktail (1988) y otros títulos similares.
En cambio el tema que se trata es serio y Cruise en este caso es Charlie, un joven negociante con ambiciones, que a la muerte de su padre, con el que no se llevaba muy bien, pensaba en ser el único heredero de tres millones y medio de dólares.
Pero su sorpresa es que quien los hereda es un hermano, Raymond, que desconocía que tenía, que está internado en una residencia para deficientes mentales, ya que es autista.
A Charlie en un principio la ambición le hace rescatarlo del centro, pretendiendo utilizarlo, pero al final la relación con él le hará cambiar de parecer con respecto a sus primeras intenciones, ya que comprende que no sería justo.
Es el contacto entre estos dos hermanos, uno con sorprendentes habilidades y el otro que quiere hacerse con la fortuna que ha heredado, durante el viaje que ambos realizan a través del país.
Con un guion lineal perfectamente ordenado se nos mete en la relación que se establece entre los dos que suponía una oportunidad para Dustin Hoffman para hacer un gran trabajo ya que hacer un personaje así no es tarea fácil.
A Raymond se le ha sacado de su mundo, en el que no se puede penetrar, en el que es feliz, aislado del exterior, de muchas cosas que no comprende o no tienen valor para él, como el dinero.
Dustin Hoffman, que hace una auténtica creación de su personaje, estudió durante un año a varios de ellos y copió literalmente su forma de andar y de comportarse, lo que le valió ganar el Oso de plata en Berlín, el Globo de Oro y el Oscar, premio este último que también logró la película, el director y el guion.
Tom Cruise, lejos de ser el ídolo de las quinceañeras, le da una formidable réplica y se comporta a su altura.
Ambos se reparten el peso de la interpretación y el estrellato de este film correctamente dirigido por Barry Levinson que logra la mejor dirección de su carrera al tener a esos dos grandes monstruos de la interpretación a los que no tiene más que dejarlos actuar.
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