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CRITICA
Por: PACO CASADO
El capitán Jefferson Kyle Kidd es un soldado veterano de la Guerra Civil de unos sesenta años, que cinco después de terminar ésta, viaja de un pueblo a otro leyendo las noticias de los periódicos a los ciudadanos en una sesión por la que cobra diez centavos, contando historias de luchas gloriosas, devastadoras catástrofes y apasionantes aventuras mientras que otras veces son divertidas que tienen lugar en cualquier rincón del mundo y ese es su actual medio de vida, al tiempo que lleva un mensaje de unidad a los ciudadanos tras la disidencia de la Guerra Civil.
Un día en 1870, en Wichita Falls, en las llanuras de Texas, encuentra a Johanna, una niña alemana de diez años, que fue secuestrada por la tribu Kiowa y criada como una más de los suyos con el nombre de Cigarra, que no habla más que ese idioma.
Sus padres, que eran alemanes, han muerto y el hombre negro que la llevaba para entregarla al Estado, ha sido asesinado quedando abandonada.
Él tratará de acompañarla a casa de sus tíos biológicos, que son sus tutores legales, según encuentra en un documento, que viven en Castroville, cerca de San Antonio, en contra de su voluntad, ya que para ella es entrar en un mundo hostil que no conoce.
Para cumplir esa misión han de viajar cientos de kilómetros a través de una naturaleza desértica e inhóspita y enfrentarse a enormes dificultades humanas, como unos bandidos que quieren comprarle a la niña y tratan de quitársela por la fuerza de las armas, pero él se enfrenta a ellos y termina por matarlos para poder seguir su camino.
También han de afrontar fenómenos naturales como una tormenta de arena y otros graves peligros durante el trayecto mientras buscan un lugar donde refugiarse.
Cuenta esta película el encuentro casual de dos personas muy distintas, no sólo por sexo, sino también por edad y educación.
El es un militar curtido en tres guerras, viudo, un alma ambulante como forma de vivir, mientras que la niña no habla más que el idioma kiowa y alguna palabra en alemán, no ha tenido otra educación que la de ese pueblo indígena y le es difícil comunicarse con el mundo.
Se enfrentan así dos tipos diferentes de civilización y de experiencias en la vida, pero como se suele decir, del roce nace el cariño y eso es lo que ocurre con estos dos seres, extraños al principio, unidos por las circunstancias personales de cada uno y coincidentes en haber perdido a sus familias.
Como decía Hitchcock, no hacer cine con niños... en este caso Tom Hank tiene que enfrentarse a esa doble dificultad de que la criatura además no habla su idioma y es difícil comunicarse con ella para que haga lo que es necesario, lo que entraña un mayor riesgo en cuanto a la interpretación del actor, que debe ya estar acostumbrado después de interpretar en solitario Náufrago (2000).
En este sentido la narración es lenta y no llega un momento de acción hasta pasados los primeros cuarenta minutos, lo que hace que sea una aventura diferente que en algún momento recuerda a Centauros del desierto (1956), de John Ford, por aquello de la chica raptada por los indios y educada como tal, sólo que en este caso es una menor de edad.
El guion se basa en la novela de Paulette Jiles, publicada en 2016, adaptada para el cine por Luke Davies y el director Paul Greengrass que se encarga de ponerla en imágenes haciendo un buen estudio de personajes, bien dirigidos, en un film distinto a los que le conocíamos de este director, siempre interesante, en lo que nos ha ofrecido hasta ahora.
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