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CRITICA
Por: PACO CASADO
Debido al relativo éxito que tuvo en los Estados Unidos y también en el resto del mercado cinematográfico mundial la primera película de Viernes 13 (1980), ha llevado a su productora rápidamente a fabricar una segunda parte en la que el tema toma la misma ambientación y situando de nuevo la acción en un albergue juvenil, con unos personajes más o menos similares.
La señora Pamela Voorhees ha muerto y el campamento de Crystal Lake está cerrado, pero otro que hay muy cercano al siniestro lugar, en Packanack Lodge, está siendo asechado por un asaltante desconocido.
Ahora resulta que Jason realmente no murió y ha vuelto para asesinar a Alice, que mató a su madre, cobrarse venganza y de esa forma continuar con la serie de crímenes cuando los nuevos adolescentes comienzan a husmear por el campamento de Crystal Lake.
La continuación entre un film y otro se establece a través de la toma de contacto contando con la habitual repetición de algunas escenas al principio, de la cinta anterior a través del personaje de Adrienne King, que era la protagonista de la primera y una de las que quedó viva, al iniciarse la serie de abundantes asesinatos.
Se podrían calcular entre la primera y esta segunda parte la cantidad de muertes violentas que nos parecen que son demasiado para ser tan sólo dos entregas.
De esta manera el guionista Ron Kurz no para de inventarse una forma distinta para cada uno de los asesinatos, ya sea por hachazos, con una daga, con un sable, por estrangulamiento con un alambre, con un punzón, por cercenamiento de la cabeza y un largo etc.
Ante esta horrorosa galería de crímenes, a cual más sangrientos, el director Steve Miner va a una realización lo más fácil posible y sin tener en cuenta no caer en el tópico: la cuestión consiste en mover la cámara de forma misteriosa tras el chico o la chica que le toque morir en esa determinada escena y al mismo tiempo abusar de las oportunas estridencias en la banda sonora creada por Harry Manfredini para provocar que el espectador se dé el consabido susto de rigor.
De lo mejorcito que se podría destacar de esta floja película son sus aspectos formales, como la fotografía de Peter Stein e incluso el trabajo de los jóvenes y desconocidos actores.
No obstante resulta un abuso más de un género glorioso como es el terror que en su momento supieron hacer tan bien la productora Universal norteamericana y posteriormente la Hammer británica y que tanto se está degradando en nuestros días con producciones como las de esta serie y otras similares.
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