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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando el cine descubre un argumento que resulta comercial hay que tratar de agarrarlo y agotarlo, porque no abundan mucho.
Para ello la cinematografía norteamericana es la que mejores recursos económicos tiene.
Cuando con la película Viernes 13 (1980) en su primera parte, dirigida por Sean S. Cunninghan descubrió un nuevo tema del género de terror, inmediatamente se hizo una segunda, que esa vez fue dirigida por Steve Miner que también se ocupa de realizar esta tercera.
Con la segunda parecía que la historia estaba agotada y no daba para más, como efectivamente así era, pero se sacan el recurso del sistema de las 3 Dimensiones para hacerlo más rentable.
Porque en efecto, nuevamente se vuelve a repetir la misma fórmula de un puñado de chicos jóvenes que acuden a las proximidades de Crystal Lake, a un campamento o una casa de campo esta vez, donde se habían producido los anteriores tristes y lamentable sucesos.
Jason Voorhees ha sobrevivido y se ha recuperado de sus heridas, se ha refugiado en una cabaña cerca del lugar para volver y completar su venganza.
Y cuando un grupo de chicos llega de vacaciones éste continua con los asesinatos masivos y esta vez será más fuerte que nunca protegido con una máscara de hockey lo que supone una mejora para él ya que parece más aterrador.
Como siempre y una vez más van cayendo uno a uno a manos del mismo sádico criminal.
Esta vez el papel de la heroína adolescente ha recaído en la joven actriz Dana Kimmell, una chica guapa e inteligente, que se convierte en la protagonista de este nuevo capítulo.
El espectador en este caso no tiene otro recurso que ir contando para ver quien falta y de qué manera va a caer muerto.
Para distraer la atención y que no se note que se trata de una nueva repetición, cuenta también con los trucos y atractivos de este nuevo intento de cine en relieve que, en honor a la verdad, hay que decir que está mucho más conseguido que lo que habíamos visto hasta ahora.
Lástima que se haya empleado para ello una película de terror, con abundantes escenas nocturnas en las que se aprecia menos la profundidad de campo, casi perfecta en las tomas que se producen en exteriores y a plena luz del día, o cuando se emplean los consabidos trucos de objetos que son lanzados contra los espectadores que, instintivamente, se apartan para que no les den, porque verdaderamente éstos quedan a poco menos que un palmo de las consabidas gafas.
Así palos, dardos, monederos y otros objetos logran el efecto deseado para hacer más comercial este nuevo producto del cine de Hollywood.
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