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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando los productores descubren un filón lo agotan a base de secuelas y cuando éstas se acaban dan marcha atrás y vuelven al comienzo, a los antecedentes.
Así ocurre con El exorcista (1973), que escribió William Peter Blatty y que realizó William Friedkin, que está considerado como un clásico del cine de terror, sin necesidad de acudir a escenas sangrientas y gore.
Ahora se buscan los precedentes del padre Lankaster Merrin, su pérdida de la fe tras presenciar los exterminios nazis durante la Segunda Guerra Mundial, y su dedicación a la arqueología.
Por ese motivo es contratado para investigar los orígenes de un templo católico descubierto en la remota región de Turkana, en Kenia, algo anacrónico, donde habita el maligno.
Esta película pasará a la historia por haber sido contratado John Frankenheimer, que no llegó a comenzarla, siendo sustituido por Paul Schrader que tras terminarla los productores decidieron contratar a Renny Harlin para que le metiera más acción y sustos cambiando el guion y rodándola casi por entero de nuevo.
Lo mejor de este film es que comienza como una cinta de aventuras hasta que hace su presencia el mal y se da paso a los efectos especiales, los sustos, y la locura se apodera de los aldeanos locales y de los soldados británicos.
Tal vez en el resultado final queden restos de Paul Schrader, un director más preocupado por el hecho religioso, por la lucha entre el bien y el mal, que Renny Harlin, más adicto al cine de acción, para lo que fue contratado, soslayando lo otro.
Queda un aceptable clima, una inquietante atmósfera de las primeras secuencias, una excelente fotografía de Vittorio Storaro de una gran luminosidad y un correcto trabajo de los actores.
Nos pica la curiosidad de saber lo que hizo Paul Schrader.
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