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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hace once años, Michael Winner realizó una película titulada Death wish, que en España se le llamó El justiciero de la ciudad (1974), protagonizada por Charles Bronson, en la que mataban a la esposa del protagonista, el arquitecto Paul Kersey, y de forma palmaria la vengaba a su manera, al mismo tiempo que limpiaba de delincuentes la ciudad de Nueva York en sus salidas nocturnas.
La aceptación popular de este personaje y del film provocó la realización de una segunda entrega, que aquí se tituló Yo soy la justicia (1982), que continuaba llevando a cabo el mismo director Michael Winner.
Ahora se insiste con un tercer capítulo de esta serie con el nombre de 'El justiciero de la noche' (1985).
El arquitecto Paul Kersey regresa a Nueva York, a pesar de la orden del teniente Frank Ochoa de que abandonara la ciudad, y es reclutado a la fuerza por Richard Shriker, un jefe de policía corrupto para combatir el crimen callejero causado por la banda de matones salvajes de Nirvana, una gran pandilla de delincuentes que tiene aterrorizado al vecindario.
La única consigna es matar a todos los que quiera, pero siempre que mantenga informada a la policía, lo que hace acompañado de su Magnum 475.
De paso Kersey visita a un antiguo compañero que será la víctima que encienda nuevamente la mecha para poner en marcha el resorte de este vengador tan particular y personal.
Pero esta vez la policía lo confunde con un asesino en serie detrás del que siguen la pista, y lo detienen, poniéndolo en libertad poco después para que continúe con su rechazable cometido, falto de moral de todo punto, ya que los métodos que utiliza son iguales o casi peores que los que emplean los propios delincuentes que salvajemente asaltan viviendas, asesinan o roban sin ningún recato.
Todo ello degenera en una auténtica guerra entre los ciudadanos del barrio, que deviene en una verdadera apología de la violencia por la violencia, que es totalmente rechazable.
En esta ocasión el director Michael Winner ha cometido el error de ponerse en las manos de la productora Cannon, lo que a diferencia de las cintas anteriores, que estaban más o menos cuidadas, esta vez se hace una película barata, de serie B, sin la más mínima entidad desde el punto de vista cinematográfico.
Una vez más aparece Charles Bronson, con su rostro ierático e imperturbable, para dar la sensación de ser un personaje frío, calculador y violento.
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