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CRITICA
Por: PACO CASADO
No siempre los grandes éxitos conseguidos por algunas obras en los escenarios de Broadway resultan ser un logro al ser trasplantados al cine.
Y mucho menos cuando son exportados a otros países donde no ha llegado el eco del triunfo teatral.
Esto ciertamente implica un riesgo, máxime si se hace con un director que, aunque posea experiencia teatral, como en este caso ocurre con Herbert Ross, que procede del campo del escenario y la coreografía de comedias musicales, no tiene unas muy acusadas dotes, ni una inteligencia privilegiada para suplir esta falta en este terreno con habilidad e intuición.
De manera accidental Owlish Felix, un malhumorado escritor de éxito y Doris, una prostituta, despreocupada y malhablada, que se niega a admitir que lo es, pero de buen corazón, se ven obligados a compartir un mismo apartamento durante una aciaga e interminable noche.
No coinciden en los gustos, ni tampoco en sus aficiones, ni siquiera se gustan físicamente, tampoco tienen la misma educación pero, a pesar de ello, se enamoran sin que puedan evitarlo, aunque ambos piensen que su explosiva relación no podrá funcionar por mucho tiempo.
L os anteriores trabajos de Herbert Ross no nos disgustaron, pero se quedaron siempre en unos productos comerciales, bien realizados, pero nada más.
Aquí tiene una buena pareja de actores en sus manos, como son Barbra Streisand, buena comediante y mejor cantante, que tiene que salvar su trabajo echando mano, de vez en cuando, de algún que otro tic aprendido con otros directores, y en el apartado masculino un George Segal, que se comporta de manera sobria y eficaz en ocasiones.
Su mayor fallo está en la adaptación, en un guion en el que se nota en exceso su origen teatral.
La película posee momentos de inspirada gracia, pero alarga en exceso algunas situaciones y rellena con aburrimiento el resto del metraje.
Barbra Streisand fue nominada al Globo de oro y al premio Laurel.
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