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CRITICA
Por: PACO CASADO
Si hay un realizador en el cine español que tenga en los últimos tiempos un estilo, una forma peculiar de realización y una manera inconfundible de hacer cine, ese es Luis García Berlanga, el director que a sus 72 años es el más veterano del cine español en activo. Berlanga vuelve a la dirección, tras seis años ausente, con la película 'Todos a la cárcel' (1993), que hace la número 17 de su filmografía en cuarenta y dos años en este oficio.
En esta nueva cinta adopta la misma fórmula coral que ya ensayara en La escopeta nacional (1978), film con el que además tiene bastantes puntos de contactos y más de una semejanza en cuanto a su argumento y a la crítica efectuada.
En aquella era un industrial catalán el que en una cacería del gobierno de Franco pretendía vender porteros electrónicos; aquí se trata de alguien que pretende cobrar ochenta millones de pesetas de la instalación de inodoros en residencias de ancianos. Para ello se apunta a la celebración de una fiesta mitin, en pleno mes de julio, en la Cárcel Modelo de Valencia, en el Día Internacional del Preso de Conciencia, a donde acudirán todos aquellos que en su día estuvieron encarcelados por ideas contrarias al régimen anterior y que hoy, de alguna manera, gozan del favor del actual.
Pero el acto falla por celebrarse el mismo día que la final de la Copa del Rey de Fútbol y no asisten las personalidades que estaban previstas.
Para colmo el subsecretario que tenía que firmarle, es cesado en ese momento.
Todo ello coincide con un motín, una huelga de funcionarios de prisiones y hasta la fuga de un mafioso italiano aprovechando la confusión, programada por un banquero corrupto y el director de la prisión que está liado con un preso travestí con el que desea huir por no aguantar a su insoportable mujer.
Otro punto de coincidencia es que el mismo actor que incorporaba al industrial de la citada película es el que encarna al de ésta, José Sazatornil Saza, y si en aquella se criticaba a la burguesía acomodada, al clero y a la aristocracia, aquí se hace una acerba crítica de los progres de antes que hoy esgrimen la condición de tal de entonces para escalar fácilmente el poder argumentando su pasado político.
Berlanga no deja títere con cabeza a través de un inteligente guión que por primera vez en muchos años no firma en compañía de su inseparable Rafael Azcona, sino que lo hace con su hijo Jorge, del que hay que decir en su favor que no ha dejado que se note mucho la ausencia del famoso guonista, ya que ha sabido tomar idéntico aire en la concepción de las planos secuencias y la ironía en los diálogos.
La filosofía del film es la misma de siempre, la del señor que trata de conseguir algo, que le falla, y al final o lo pierde todo o se queda como al principio, en este caso peor.
Si antes criticaba a la dictadura, ahora lo hace con la democracia, con la corrupción existente, con el afán de conseguir dinero fácil y rápido, con la banca y muchos temas más que flotan en el ambiente de esta película, posiblemente la más libertaria de este anarquista empedernido que es Berlanga, ya que como él mismo dice "la anarquía es la más elevada expresión del orden". Y en ese desorden aparente que pueden parecer sus films, él es único capaz de poner orden.
Ha contado con la nómina casi completa de sus actores habituales, abundante como es costumbre, así como con trescientos millones de pesetas, ochenta de los cuales son del Ministerio de Cultura que esta vez se ha dignado darle el máximo apoyo para esta feroz crítica de la sociedad actual española, hecha con más acritud y menos ternura y como testimonio de la confusión española actual reinante, combinada de forma equilibrada con el humor, aunque a veces sea escatológico e incluso grosero.
La película ha recibido cinco nominaciones a los premios Goya. Consiguió 3 Goyas.
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