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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una pareja norteamericana, que vive en Nueva York, compuesta por Dani y Christian, que ella no está pasando por su mejor momento, tras perder de golpe a su hermana y a sus padres en una auténtica tragedia familiar, se mantienen juntos.
Christian piensa marcharse con sus amigos universitarios Pelle, Josh y Mark, e invita a acompañarlos a Dani para acudir al Midsommar, un festival que se celebra cada 90 años en mitad del verano en una remota aldea rural en Suecia.
Lo que comienza como unas vacaciones de verano de ensueño, en la región de Häsingland, un bucólico retiro idílico, sin preocupaciones en un lugar de una recóndita aldea sueca, en la que el sol no se pone nunca, poco a poco se convierte en una oscura pesadilla cuando los misteriosos aldeanos, que se disponen a celebrar el solsticio de verano, les invitan a participar en sus actividades festivas que hacen que ese paraíso pastoral, sea cada vez más desconcertante, violento y visceralmente perturbador, en manos de una peligrosa secta primitiva de culto pagano.
Tras aterrorizar a los espectadores con su ópera prima Hereditary (2018), previamente había realizado siete cortos, Ari Aster vuelve con 'Midsommar' (2019), con otro viaje al terror de una secta, en esta ocasión ubicada en el norte de Europa, tomando como referente otras obras maestras del horror, que explota el lado más perverso de la religión y del ser humano en un relato escalofriante en el que la oscuridad se despliega a plena luz del día.
Ari Aster es un joven director neoyorquino que desde su anterior película, con la que debuta en la dirección, hace con ésta la segunda, en la que busca desesperadamente la originalidad en el género del terror, cambiando algunas leyes si es preciso, como ocurre en ésta en la que todo sucede a plena luz en lugar de la noche y para ello se ha buscado un lugar en el que nunca se pone el sol.
En el extenso argumento, la trama tiene casi dos horas y media (hay una versión del director aún más larga que dura 171 minutos), va dosificando los momentos más aterradores como un doble suicidio, con escenas de un realismo cruel, cuyos cuerpos son quemados posteriormente en una parrilla, la desaparición de dos personajes que después aparecen destrozados o el suicidio colectivo de nueve personas en sacrificio al dios sol, son algunos de los momentos más duros.
A lo largo de todas las ceremonias, que duran nueve días, circulan las drogas y las bebidas alucinógenas que ponen fuera de sí a los ingenuos invitados dominando su voluntad, por ejemplo para bailar o tener sexo ante una docena de mujeres desnudas que les incitan a ello tras haber sido drogado.
Son situaciones que los componentes de esta secta ven como normales ya que forman parte de su mitología, de su tradición desde hace siglos.
Es un relato tan perturbador como oscuro y alucinante que está adornado con una hermosa partitura de Bobby Krlic.
Premio Virtuoso en el Festival de Santa Barbara y dos premios del National Board of Review del Top Ten Independiente.
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