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CRITICA
Por: PACO CASADO
El éxito conseguido por Los inmortales (1986) ha ocasionado que de nuevo el director australiano Russell Mulcahy, se haya puesto tras las cámara para dirigir esta secuela.
En el año 1999 el profesor Alan Reyman y Connor MacLeod desarrollaron un escudo para proteger a nuestro planeta de la radiación causada por la capa de ozono.
Debido a ello la Tierra se está muriendo.
En esta ocasión en el año 2024, el inmortal Connor MacLeod goza de su tranquila vejez en sus últimos años en la Tierra, cuando las fuerzas del mal se ponen en movimiento, personificadas en el general Katana, el líder del planeta Zaist.
Éstas se ponen en marcha en dicho planeta desde donde manda Katana a sus esbirros para tratar de cortarle la cabeza con una espada, que es la única forma de poder darle muerte.
Pero éste recurre, una vez más, al noble español Juan Sánchez Villa-Lobos Ramírez, para que le ayude a combatir a las fuerzas del malvado tirano.
Se trata otra vez de volver a sacarle partido a los héroes creados por Gregory Widen y ponerlos de nuevo en movimiento con esta breve historia que, a decir verdad, no da como para mucho.
Es debido a ello por lo que se recurre a los trucos fantásticos, a la ambientación en una Tierra empobrecida en su capa de ozono, en la que todo se convierte en miseria, con una estética muy cercana a la conseguida por Ridley Scott en Blade Runner (1982), pero sin la eficacia que se lograba en aquella película, ya que aquí está más orientada a desarrollar un tema bastante superficial, claramente encaminado a conseguir un espectáculo que resulta artificial, en el que con frecuencia se notan las maquetas y los trucos mal realizados.
Nada puede hacer en esta segunda parte, 'Los inmortales II: El desafío' (1991), la eficacia y el buen oficio en la dirección demostrada por Russell Mulcahy, realizador de los dos films, ya que una vez más el guion tampoco le acompaña en esta ocasión como sucedía igualmente en la anterior de esta saga, a pesar de la ironía que se desarrolla en algunas escenas, como si ni él mismo se creyera lo que nos está contando y se lo tomara un poco a broma.
Sigue sin convencernos la interpretación que hace Christopher Lambert frente al sentido del humor que despliega Sean Connery.
En esta ocasión se ha cambiado la música de la banda sonora que ha sido escrita por Stewart Coppeland.
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