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CRITICA
Por: PACO CASADO
El guionista de la popular y comercial Ghost. Más allá del amor (1990) se ha decidido a pasar a la dirección con un nuevo guion propio surgido de una idea que él mismo ha experimentado, aunque sin llegar hasta sus últimas consecuencias, como ocurre en la película.
La idea le vino una noche en que se encontró mal y creía que se podía morir.
Ante esta eventualidad pensó que podía hacer un vídeo para que le conociera su hijo.
Esto, más o menos, es el argumento de este film.
A un alto ejecutivo le anuncian que su mujer va a tener un hijo, pero al mismo tiempo se le diagnostica un cáncer que le hará abandonar este mundo antes de conocerle.
Este es el motivo por el que trata de educar a su futuro hijo a través de este medio, al tiempo que de esta forma éste conocerá quien era y cómo era su padre.
Por otro lado agota todos los recursos para sobrevivir, visitando a un curandero chino que parece que algo le prolonga la vida.
Ciertamente la idea es hermosa y supone un canto a la paternidad, al amor conyugal y en definitiva a la vida.
Las relaciones entre marido y esposa se estrechan, y mientras, encuentra un sentido a los meses que le quedan de vida haciendo lo que cree mejor para su hijo.
Una vez más el guionista Bruce Joel Robinson ha tenido una buena idea, un bonito y hermoso tema argumental, que tal vez tan sólo tenga un defecto y es que al desarrollarla se convierte en una especie de vademecum, un libro de consultas para su hijo, que pudiera terminar harto de su padre.
No obstante al estar expuestas con cierto ingenio se hacen hasta divertidas.
Hay otra cuestión, y es que Bruce Joel Robinson, director, no le quiere llevar la contraria al Robinson guionista y cortar algo que se hace largo en algunos momentos, por lo dicho anteriormente.
La cinta se prolonga así demasiado, y no sabe paliar el defecto.
Esto tan sólo son pequeñas manchas en un correcto ejercicio en el que sobresale el buen trabajo de la pareja protagonista, Michael Keaton y Nicole Kidman que cargan con todo el peso de la película, al estar constantemente en pantalla.
Junto a ellos la sobriedad de Dr. Haing S. Ngor, que pone algo de misterio en su intervención y la espléndida música de John Barry.
Un film aceptable que invita a la reflexión, divirtiendo.
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